Sorprendió Abel Valls. Su solidez, su despaciosidad, su manera de afrontar la tarde con cabeza, serenidad y actitud, no parecieron las de un torero con muchos años sin vestirse de luces. Muy bien el castellonense en la corrida celebrada ayer en Teruel y que suponía el inicio de la Feria del Ángel. Desafortunadamente, el palco le birló un apéndice que pidió mayoritariamente el público. Abel se fue a recibir al primero de la tarde a portagayola. Se paró el de Daniel Ramos en unos momentos de tensión y angustia. Aguantó de rodillas Abel, impávido y sereno. Se arrancó el toro hacia el diestro, que tuvo que tirarse al suelo para no ser arrollado. El pitón del animal pasó muy cerca del cuello del torero. Angustioso.

Salió con el freno puesto el animal y una voltereta en el capote de Domínguez acabó por pararlo por completo. Pero se empecinó Abel en sacarle partido. Se templó el corazón, se le despejaron las ideas y a base de consentir al animal, de cruzarse con él, buscarle sus alturas y distancias, acabó robándole naturales de fina caligrafía. Uno a uno. Una estocada hasta la bola tumbó al toro sin puntilla. Era de oreja, pero el palco, demasiado cicatero, no quiso premiar injustamente la labor de un torero que pide paso desde Teruel. Un diestro recuperable.

El encierro de Daniel Ramos, que debutaba con una corrida de toros, resultó dispar de presentación y no acabó de emplearse. El mejor fue el tercero, de impávida presentación. Bravo y exigente, con sus complicaciones, pero que sirvió para que Imanol Sánchez cortara la única oreja. Román impactó por su serenidad y la espada le privó del premio. H