Sorprende el contraste entre la larga sombra de su leyenda y la brevedad de su período de plena vigencia artística, apenas un lustro a caballo de los años 60 y los primeros compases de los 70. Pero en ese tiempo se hizo notar Peter Green como fino guitarrista de blues-rock, al nivel del mismísimo Eric Clapton, al tiempo que sus composiciones dejaban huella para que otros músicos las exorcizaran: de 'Black magic woman', asimilada con éxito por Santana, a 'The green Manalishi', que Judas Priest convertiría en himno metalero. Dos de los muchos puntos de anclaje de este músico de culto eterno, que murió este sábado a los 73 años, plácidamente mientras dormía, como hizo saber su familia.

Hablamos de blues blanco, interpretado a la británica manera, y ahí brilla la escuela de John Mayall & The Bluesbreakers, a la que Green se enroló primero para llenar el hueco de Clapton en cuatro bolos, en el verano de 1965, cuando Slowhand se esfumó de improviso para tomarse unas vacaciones en Grecia, y de un modo más duradero un año más tarde. Peter Green, londinense de familia judía (29 de octubre de 1946; apellido real, Greenbaum), aprendió de su hermano mayor, Michael, los primeros rudimentos con la guitarra. Admiró, como (casi) todos, a Hank Marvin (The Shadows) y se enroló en varias bandas de corta vida, entre ellas Peter Bs Looners, encabezada por el teclista Peter Bardens, futuro cofundador del grupo progresivo Camel.

INSTRUMENTALES DE CULTO

Junto a Mayall, hizo arquear las cejas con su sensible estilismo abierto a ramalazos de fogosidad, palpable en el álbum 'A hard road' (1967), que incluía dos composiciones propias, la muy bluesy 'The same way' y la sentida 'The supernatural', primera de sus icónicas instrumentales, en la que podemos intuir un embrión de Black magic woman. Green intervino en varios sencillos del grupo y en uno de los temas del clásico de Mayall en solitario 'Blues for Laurel Canyon' (1968), el místico First time alone.

Tras este período de aprendizaje, Green conspiró con el batería de los Bluesbreakers, Mick Fleetwood, para dar el salto a un nuevo proyecto, Fleetwood Mac, mientras su plaza la ocupaba el futuro stone Mick Taylor. A su guitarra y sus composiciones irá en buena parte asociada la primera etapa de esta banda destinada a sufrir camaleónicas mutaciones y a asaltar el estatus de stadium band, asentada en Estados Unidos y lejos ya del influjo de Green, a partir de álbumes como Rumours (1977). Banda con dos y hasta tres guitarras en aquellas primeras encarnaciones, Fleetwood Mac se valió del blues británico para alimentar el disco homónimo de 1967 y sus altos sucesores, Mr. Wonderful (1968) y el más orientado al rock 'Then played on' (1969), a los que hay que sumar el doble 'Fleetwood Mac in Chicago' (1969). Obra esta cocinada en los estudios de Chess Records, asentada en estándares del blues y en la que tomaron parte ases de la escena local como Buddy Guy, Otis Spann y Willie Dixon.

El influjo del LSD

En esos años firmó Green la mayoría de sus composiciones de referencia, algunas de ellas publicadas en singles y no en álbumes. Piezas que podía recalar en el canon afroamericano, como la inflamada revisión de la balada 'Need your love so bad', pero también trascenderlos, como la cálida instrumental 'Albatross' y la emotiva 'Man of the world', así como 'Black magic woman', 'The green Manalishi' y ese trepidante 'tour de force' llamado 'Oh well', que proyecta un tránsito del blues del delta al hard rock en poco más de tres minutos.

Pero los talentos de Peter Green se las tuvieron con un enemigo interior, el creciente apego por las drogas psicodélicas, que afectaron a su estabilidad mental y le impulsaron a dejar la banda en mayo de 1970. Se estrenó como solista con un álbum errático, The end of the game, y restableció (brevemente) alianzas con su amigo Bardens. Y a lo largo de los 70, mientras Fleetwood Mac se alzaba como gigante comercial, a Green se le diagnosticaba esquizofrenia y se le aplicaban electroshocks. El refinado In the skies (1979) le recuperó, si bien, en adelante, su obra (en el siglo XXI, bajo la marca Peter Green Splinter Group) tendió al tenue fundido. Pero no han dejado de florecer los tributos a este guitarrista del que B. B. King dijo que era el único que le transmitía sudores fríos.