Tomarse sus películas en serio es posible, pero no recomendable; en general, verlas exige abandonar todo espíritu racional y entregarse a la chaladura y el absurdo. Entre ellas hay títulos como 'Rubber' (2010), sobre un neumático asesino, y 'Reality' (2014), sobre un cineasta en busca del gemido perfecto. En su nuevo largometraje, 'La chaqueta de piel de ciervo', el director parisino -también conocido como músico y 'dj', con el sobrenombre Mr. Oizo- retrata a un hombre tan obsesionado con la prenda del título que decide convertirse en el único usuario de chaqueta del mundo, y en castigar a quienquiera que se niegue a renunciar a su ropa de abrigo. La película se estrena este martes en España a través de la plataforma Movistar+ (canal CineDoc&Roll).

--El protagonista de su película aspira a ser único a través de su chaqueta. ¿Podría decirse que usted aspira a lo mismo a través de su cine?

--Supongo que sí, aunque es una aspiración algo ilusa, considerando la cantidad de películas que se hacen en el mundo. Me molesta que haya tanto cine que se limita a reciclar fórmulas. Mi principal objetivo es tratar de sorprenderme a mí mismo. Mucha gente da por hecho que mi sensibilidad artística es puro postureo, o que me esfuerzo por provocar y ser rarito como un chef que cocina con heces. Pero solo trato de combatir el aburrimiento, que es lo peor.

--¿Por qué le parece tan terrible?

--No sé, simplemente trato de huir de él desde mi primer largometraje, 'Steak' (2010), durante cuyo rodaje me aburrí muchísimo. Acabé desesperado por la lentitud y los tiempos de espera, y por el hecho de tener que trabajar con un director de fotografía que ni siquiera me dejaba tocar la cámara. Comprendí que si quería seguir haciendo cine debía hacerlo a mi manera, sin respetar las reglas.

--Su cine está lleno de personajes que se mueven impulsados por una fijación o una obsesión. ¿Es ese un rasgo con el que usted se identifica?

--Por supuesto, escribo personajes que se parecen a mí. En mi caso, quizá por el miedo al aburrimiento, creo que estoy obsesionado con la necesidad de crear algo constantemente. No puedo dejar de trabajar en mis películas, supongo que porque he estado deseando dedicarme al cine desde que tenía 12 años. Siempre he pensado que, si lo usamos bien, tenemos tiempo suficiente para hacer muchísimas cosas. Quejarse por la falta de tiempo es la excusa de los vagos.

--Asimismo, buena parte de sus películas coquetean con el cine de terror. ¿Cuál es su relación con el género?

--Siempre he sido consciente de la influencia que ejercen sobre mí directores como John Carpenter y títulos como 'La matanza de Texas' (1974) pero, al mismo tiempo, no creo que fuera capaz de rodar cine de terror puro. No me apetece especialmente rodar torturas ni violaciones, por ejemplo. Pero sí me gusta la comedia macabra, y mucho. Me encanta hacer chistes sobre la muerte o la enfermedad. Y lo cierto es que se me ocurren casi de forma instintiva, como un mecanismo de defensa. Supongo que, si no pudiera reírme de esas cosas, el mundo me resultaría demasiado angustioso.

--¿Se considera un pesimista?

--Y un poco misántropo. Tengo la sensación de que los seres humanos nos estamos yendo al garete y somos tan estúpidos que, o no nos damos cuenta, o no le damos importancia. No creo en las personas.

--Volviendo a la película... ¿Por qué una chaqueta?

--Podría inventarme una respuesta, y desarrollar una justificación sobre por qué decidí centrar la película en esa prenda de vestir y no en una camioneta o algún otro objeto, pero no lo voy a hacer. Simplemente se me ocurrió. Yo suelo confiar en el subconsciente, ha sido así desde que empecé a hacer películas con 12 años mientras mis amigos se iban a jugar a fútbol. A menudo no entiendo lo que hago, y me encanta.

--¿Le sucede lo mismo cuando hace música?

--Sí, también me dejo guiar por el instinto. Lo que pasa es que me considero un músico muy limitado. Cuando compongo, o en mis sesiones como 'dj', tan solo soy capaz de provocar una emoción, siempre la misma. Por lo demás, mi música no dice nada.