'Ramy' es una serie parecida a otras y, a la vez, como no existe ninguna otra. Por la parte de lo familiar, está creada y protagonizada por un cómico (Ramy Youssef) que encarna a una cierta versión de sí mismo, aunque el antihéroe titular no se dedique a los monólogos. Lo que se recibió como interesante novedad el año pasado es que el personaje fuera un joven musulmán y que su religión fuera tan esencial en una comedia.

Más bien combinación impredecible de comedia y drama, como otras grandes series de media hora de los últimos años, 'Ramy' fue, en su primera temporada, una historia de desorientación. El Ramy de ficción trataba de llenar sus vacíos con relaciones básicamente sexuales, casi siempre equivocadas: se acostaba con una mujer casada (Poorna Jagannathan), y durante el Ramadán, nada menos, o se liaba con una prima (Rosaline Elbay) en Egipto, la tierra de sus ancestros.

TRANSFORMACIÓN

En su segunda temporada, que Starzplay estrena el jueves, día 6, la historia es de transformación. Ramy ha encontrado un aliado en su camino hacia una versión mejor, más halal, de sí mismo. Con la ayuda del líder de un centro sufí, Sheikh Ali Malik (el mismísimo Mahershala Ali), consigue dar estructura y firmeza a su búsqueda espiritual. Todo consiste en seguir el bay'a, el contrato espiritual con el 'sheikh'.

Familia y amigos casi se preocupan más que se alegran por su cambio de hábitos, su súbita benignidad. En su acelerada conversión en santo moderno, mueve hilos para que un joven veterano de Irak, Dennis (Jared Abrahamson), entre a trabajar en el centro sufí, aunque no le conozca lo suficiente, como se verá. Por otro lado, se embala con una mujer con la que solo debería dar los pasos más serios: la hija del 'sheikh', amable y cariñosa Zainab (MaameYa Boafo).

OTRAS VIDAS, OTRAS VOCES

Ramy sigue mirándose el ombligo en exceso, pero no Ramy Youssef, que alcanza sus mejores momentos como creador cuando se centra en personajes de otros sexos o generaciones. Ya en la primera temporada dedicó un gran episodio, 'Refugiados', a Dena (May Calamawy), hermana de Ramy, y sus problemas con la doble moral sexista del islamismo. También ella protagoniza uno de los mejores de la segunda, '3riana grande', sobre el poder insensato de la superstición. Hay buenos episodios centrados en Maysa (Hiam Abbass), la madre, o Farouk (Amr Waked), el padre, pero la joya de la temporada es el dedicado al tío Naseem (Laith Nakli): una vida secreta desgranada con emotividad por la directora Desiree Akhavan ('The bisexual'). Es ella quien debió ser nominada al Emmy de dirección, en lugar de Youssef por uno de los episodios menos afortunados, 'Miakhalifa.mov', de un humor adolescente que rompe demasiado el tono melancólico habitual.

Cuando acaba el décimo episodio, las respuestas no son claras y, en cambio, abundan las preguntas. Como Michaela Coel en la compleja 'Podría destruirte', Youssef prefiere plantar dudas novedosas antes que reforzar respuestas amables. Quiere que los episodios no acaben en los créditos, sino que sus temas y dilemas sigan flotando en los salones durante días, e inciten a conversaciones importantes con quienes nos rodean.