En Hollywood, ya se sabe, la distancia que separa el punto donde se alcanza la cima y el punto donde se toca fondo es muy corta. Quien no se lo crea, que le pregunte a Richard Stanley. En un momento dado de 1995, el director sudafricano estaba al frente de una película carísima, basada en un clásico de la literatura y protagonizada por dos actores estelares. Justo un instante después, se vio a sí mismo ataviado con una máscara de perro y una capucha, destrozando los decorados con un hacha, tras haber sido despedido a los tres días del inicio de rodaje. Aquel revés podría haber acabado con su carrera. Y a punto estuvo de hacerlo, pero no. "Sigo teniendo el deseo de crear mundos y civilizaciones perdidas para la pantalla, solo necesito que me presten el suficiente dinero para hacerlo", asegura hoy en el Festival Internacional de Toronto (TIFF). Acaba de estrenar aquí el primer largometraje de ficción que dirige en casi 25 años, la fantasía de terror alienígena 'Color Out of Space', que competirá en el próximo Festival de Sitges.

La carrera de Stanley empezó envuelta de promesas gracias a su ópera prima, 'Hardware' (1990), distopía 'cyberpunk' en la línea de 'Terminator' (1984) que funcionó sorprendentemente bien en taquilla; y gracias a su siguiente película, 'El demonio del desierto' (1992), el cineasta confirmó su capacidad para diseñar universos monstruosos. "Después de eso, los estudios empezaron a cogerme el teléfono", recuerda. En concreto, Hollywood se interesó por el guion que llevaba cuatro años escribiendo en base a 'La isla del Doctor Moreau', la historia que H. G. Wells escribió en 1896 sobre un científico loco y su tribu de seres mitad humanos mitad bestias. Cuando Stanley logró subir a Marlon Brando a bordo de la película, quedó claro que tenía un 'blockbuster' entre manos.

Hoy, aquella película figura tanto en la lista de las producciones más desastrosas de la historia del cine como en la de los fracasos comerciales más sonados. Literalmente desde el instante en que empezó, su rodaje en Australia se vio lastrado por huracanes e inundaciones, enfermedades entre miembros del equipo, las ausencias de Brando, el ego desmedido del actor Val Kilmer y el miedo del estudio a la falta de experiencia del director. Como resultado, Stanley fue despedido a los tres días. Un miembro del equipo lo acompañó personalmente al aeropuerto. Pero cuando el avión aterrizó en Los Angeles, no llevaba a Stanley a bordo.

YUCAS, COCOS Y MARIHUANA

Un mes después de su desaparición, un grupo de extras de la película lo encontró en la jungla australiana sobreviviendo a base de yucas, cocos y sus cuantiosas provisiones personales de marihuana. El director trazó con ellos un plan para infiltrarse en el rodaje. "Se me había dicho que si me acercaba a menos de 40 kilómetros del 'set' perdería todo derecho a compensación económica -recuerda-. Pero me pudo la curiosidad". Stanley llegó a la filmación vestido de mutante canino, justo a tiempo para participar en la violenta escena final durante la que las criaturas de Moreau se rebelan contra su creador y queman su campamento; pasó la noche destruyendo el sueño que tanto tiempo le había llevado construir.

"Aquello me resultó de gran ayuda psicológica", reconoce. "Me dio la oportunidad de comprobar lo caótico que era el rodaje. Aún me sorprende que fueran capaces de completar la película". Cuando se estrenó en 1996, se convirtió rápidamente en objeto de burlas. "Afortunadamente, ni una sola línea de mi guion acabó formando parte de ella". Tras la experiencia Stanley dejó Hollywood para instalarse en el Pirineo francés y desde entonces, además de coquetear con la antropología y el ocultismo, ha rodado un puñado de documentales. Sigue confiado en que pronto podrá filmar de una vez por todas su propia versión del clásico de Wells -"en 1996 el público no estaba preparado para ver babuinos con pistolas, pero ahora sí"-; de momento, ha rodado 'Color out of space'.

NICOLAS CAGE, 'ON FIRE'

Basada en el relato corto de H. P. Lovecraft 'El color que cayó del cielo' (1927), es la historia de una familia que contempla impotente cómo un meteorito estrellado en su propiedad infecta tanto la tierra como a ellos mismos y los reconfigura a imagen del universo extraterrestre del que procede. "No estoy seguro de que sea una película de terror, porque también está llena de melancolía y de comedia", explica el director. "Lovecraft dijo que todo su trabajo intenta evocar la sensación de terror que genera el lugar de la humanidad en el universo. Yo también he tratado de capturarla". En el proceso, Stanley nos ofrece una colección de imágenes francamente grotescas -algunas de ellas sin duda inspiradas en 'La cosa' (1982)-, pero en todo caso la película destaca menos por su capacidad para crear atmósferas lovecraftianas que por incluir otra de las interpretaciones memorablemente descontroladas a las que Nicolas Cage nos ha acostumbrado. En cualquier caso, posee suficiente personalidad autoral como para convertir el regreso de su director en una buena noticia. Tal vez no tengan que volver a pasar décadas antes de que otro de sus proyectos vea la luz.