El protagonista de la última novela de Rosa Montero 'La buena suerte' (Alfaguara), un arquitecto de prestigio internacional, decide darle una patada a su vida y refugiarse en un pueblo de mala muerte sin dejar rastro. En tiempos apocalípticos como los que vivimos, cualquier idea de fuga obliga a pensar en la angustia que nos atenaza, pero la autora asegura que puso el punto y final al libro cuando aún no se había desatado la pandemia.

Luego llegó el coronavirus y lo cambió todo. Cambió las miradas, que ahora lo ven todo bajo el influjo radiactivo del covid-19, y cambió la novelista, que hoy se declara tesorera de "una tristeza tremenda" por lo vivido los últimos meses. Cuesta detectarla en la alegría que desprende en persona.

--No he podido evitar pensar en la pandemia mientras leía su libro.Con esta novela se ha producido una de esas raras coincidencias que a veces se dan entre la realidad y la literatura.

--Terminé de escribirla en enero, pero he descubierto que tiene mucho que ver con la pandemia. De entrada, la historia comienza con el protagonista decidiendo confinarse. Parece que huye de algo, eso se descubre más adelante, pero solo sabemos que el apocalipsis se ha precipitado sobre él y está destrozado, hundido, fuera de la vida, de su vida anterior. Justo lo que sentimos en este momento por el coronavirus.

--También sentimos deseos de huir de nuestras vidas.

--Esa pulsión es humana. No conozco a nadie que no haya tenido la tentación de no ser quien es en algún momento de su vida. El motivo es que venimos al mundo con unas posibilidades inabarcables de ser distintas personas. El tiempo es un jardinero loco que va cortándonos esas ramitas, que son los otros yoes que habitan en nosotros, hasta que nos quedamos encerrados en una vara seca, que es nuestra propia vida. Y esa vara, por muy feliz que seas, siempre es más pequeña que tus sueños, deseos y posibilidades.

--¿Es posible ese cambio o solo es una quimera?

--Claro que es posible. Muchos lo hacen de forma radical. Cuando escribí 'Los tiempos del odio' tuve que investigar sobre las personas que desaparecen en España y la cifra era asombrosa. La mayoría no son raptados, simplemente se esfuman, cambian de vida como hace el protagonista de la novela. Luego hay otro hecho, y es que en cada vida hay varias vidas, yo voy por la cuarta.

--¿Perdón?

--Cada vez tengo más claro que los seres humanos solo somos unos supervivientes. A mi alrededor he visto a mucha gente que estaba destruida, pegada al suelo como un moco, y luego ha vuelto a ponerse en pie. A veces mutilada, a veces con cicatrices, a veces con muletas, pero con una nueva vida tan digna y feliz como la anterior, o a veces mejor. Tenemos una capacidad de resistencia y reinvención admirable.

--Esto es música para los oídos de tanta gente que ahora mismo afronta una situación de no futuro.

--A esa gente hay que decirle que su vida anterior no va regresar, que aquello se acabó, pero debe tener esperanza en la capacidad de regeneración del ser humano, porque es real, está comprobado. Por eso los héroes en el mundo clásico son los supervivientes, los Ulises, los Simbad. Son la representación más fiel que existe del ser humano. Ya conoce ese refrán castellano: 'Que Dios no te mande todo lo que puedes aguantar'. Porque es cierto, podemos aguantarlo casi todo.

--Ese refrán parece el corolario de este maldito 2020. ¿Cómo lo está viviendo?

--Tengo la suerte de ser muy disfrutona, pero desde que empezó la pandemia arrastro una tristeza tremenda. La lectura fue siempre mi talismán para afrontar los peores momentos, pero en los primeros días del confinamiento era incapaz de leer. Había tanto dolor Mi madre murió el 13 de marzo, aunque no de covid, pero no pudimos hacerle un velatorio. Tengo varios duelos pendientes, porque en estos meses han muerto algunos amigos. Y aún nos aguarda más dolor, porque esto no ha acabado. Luego vendrá la resaca en forma de crisis brutal. Nos esperan años de posguerra.

--¿Cómo cree que nos dejará esta experiencia?

--Tocados, pero nos recuperaremos. Las heridas se cerrarán y volveremos a caminar, aunque vayamos con cicatrices. Espero que saquemos lecturas positivas. Tras la segunda guerra mundial se creó el Estado del Bienestar, que ha perdurado hasta la última crisis económica. Quizá esta nueva crisis sirva para que se implante al fin la renta básica universal, que es la gran ambición del desarrollo democrático de las últimas décadas. Creo que ya hemos aprendido algunas lecciones.

--¿Como cuáles?

--Por ejemplo, que no podemos permitir que la gestión del mundo dependa únicamente de la ganancia económica. No es de recibo que los países destruyan su tejido industrial y su diversidad productiva por ganar un poco más. No es de recibo que Occidente delegue la fabricación de mascarillas en Asia porque sale unos céntimos más barato. Esos céntimos tienen después un coste apocalíptico, como acabamos de ver.

--Luego está la voluntad de las personas. En su novela afirma que el bien y el mal existen, y que aquel siempre acaba venciendo sobre este. ¿En qué se basa?

--No tengo la menor duda. En el mundo hay muchas más estrategias de supervivencia basadas en la colaboración que en la depredación. No solo entre los seres humanos, también entre los animales. Cuando dicen que el mundo animal es brutal y que el pez grande siempre se come al pequeño, mienten. De hecho, hay muchos peces grandes que dependen de que otros pececitos les limpien la boca. Las estrategias de colaboración ganan por goleada en la naturaleza. Está en nuestros genes, nos conviene colaborar para sobrevivir.

--Sin embargo, el mal está muy presente en nuestras vidas, o al menos hace mucho ruido.

--La pandemia ha hecho aflorar mucho odio.Eso es, hace mucho ruido y atrae mucho nuestra atención porque nos parece abominable. Si no lo viéramos así, no le haríamos caso. Por eso sacamos al criminal en primera página y hablamos tanto de él, porque es contrario a nuestra naturaleza.

--Esta semana ha comenzado la temporada más incierta de nuestras vidas. ¿Cómo nos manejamos en medio de tanta niebla?

--Cuando elegí la cita que encabeza mi novela aún no había empezado la pandemia, pero parece pensada para este momento. Es de Lorenzo de Médici y dice así: 'Quien quiera estar contento que lo esté, del mañana no hay certeza'.

--No es fácil estar contento cuando temes que todo se puede acabar mañana.

--A menudo pienso en esa viñeta de Snoopy que circula por ahí en forma de meme. Se les ve sentados en un malecón y Charlie dice: "Un día moriré". Y Snoopy responde: "Pero los otros no". Me parece genial. Claro que vas a morir un día, es la única certidumbre que tienes, pero hasta que ese día llegue, disfruta todo lo que puedas, porque no puedes hacer otra cosa. La pandemia nos ha mostrado que éramos felices y no lo sabíamos.

--Regina, uno de los personajes de su novela, cuenta que se ilusionó con el protagonista, "cuando se había acabado el tiempo de las ilusiones". ¿Eso cuándo ocurre?

--Eso lo dice Regina, no yo. Las ilusiones cambian, pero no desaparecen. El espejismo del amor romántico de los 14 años se termina cuanto te haces mayor, y está bien que sea así, pero la vida te ofrece otros motivos para estar ilusionada. También creo que la alegría es un músculo que se ejercita. Hay que huir de sentirse víctima y de enroscarse en la pena.

--A estas alturas de la película, ¿qué ilusiona a Rosa Montero?

--Seguir teniendo momentos de intimidad, desde la amorosa a la amistosa. A mí es que el otro me gusta mucho, me encanta la gente. El otro día estuve comiendo con mi grupo de amigos más íntimos y fue maravilloso. Nos reímos tanto, nos quisimos tanto... Me ilusiona seguir teniendo momentos así. Me ilusiona leer buenos libros, y escuchar buena música, y ver arte, y pasear por el Retiro con mis perras, y escribir una novela y que me guste cómo me está quedando. Me ilusionan muchas cosas, yo disfruto mucho de la vida.