La nueva película del maestro sueco, 'Sobre el infinito', es una colección de viñetas meticulosamente compuestas que usan el humor absurdo y una afectuosa misantropía para reflexionar sobre el ser humano. En otras palabras, se parece mucho a sus tres largometrajes inmediatamente anteriores -'Canciones del segundo piso' (2000), 'You, the Living' (2007), 'Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia' (2014)-, que lo confirmaron como uno de los grandes cineastas vivos.

'Sobre el infinito' no es muy distinta de sus tres películas previas, que componen una trilogía sobre la existencia. ¿En qué se diferencia? Siento que en esta película hay más dolor, el dolor que provocan la brevedad de nuestra vida y pensar en que, a medida que vivimos, nos acercamos a nuestro propio fin. Por lo demás, es más o menos lo mismo que sus predecesoras. De hecho, la considero la cuarta entrega de mi trilogía. No voy a cambiar de método hasta estar seguro de haber descubierto uno mejor.

¿Consideraría la posibilidad de volver al tipo de formato narrativo tradicional de sus primeras películas, que dirigió en los 70? A estas alturas no sé si sería capaz de contar una historia convencional. Además, las narrativas tradicionales son predecibles y, por tanto, no aportan gran cosa a nadie. Yo prefiero escenificar fragmentos de la existencia, porque ilustran mejor la experiencia de vivir. A veces comparo mis películas con los sueños, o con los recuerdos. Cuando evocamos sueños y recuerdos, olvidamos los detalles sin importancia para centrarnos en lo esencial. Mis películas hacen lo mismo.

Tras dedicar tantas películas a meditar sobre lo que significa ser humano, ¿a qué conclusiones ha llegado? Solo puedo decir que, cuanto más exploro el comportamiento del hombre, más me fascina. Y estoy cada vez más convencido de que, pese a las diferencias entre ricos y pobres o entre blancos y negros, todos somos muy parecidos. Dicho esto, no tengo una explicación sobre el sentido de la vida, pero a menudo me apropio de la que Albert Einstein daba al respecto: Lo que da sentido a mi existencia es ver la felicidad en los ojos de otro ser humano.

Sus películas son a ratos hilarantes y a ratos devastadoras. ¿Cómo las definiría usted? Como casi todo, tienen un poco de comedia y un poco de tragedia. Creo que es posible hacer chistes hasta de las cosas más tristes. Lo único que me quita por completo las ganas de bromear es ver a gente humillada y despojada de su dignidad, y por eso doy tanta importancia al respeto, la tolerancia y la voluntad de reconciliación. Como digo, estamos mucho más cerca de morir de lo que creemos, así que más nos vale vivir en armonía.

¿Se considera un hombre pesimista? No, pero los tiempos que vivimos no invitan precisamente al optimismo, ¿verdad? Los poderosos abusan de los débiles, todo el tiempo y a todos los niveles. Incluso en el día a día, la mayor. Si seguimos así, no sobreviviremos mucho tiempo. Pero no soy pesimista; si lo fuera, ya me habría pegado un tiro.

Además de cineasta, usted es un publicista de gran éxito. Sus películas exploran al ser humano, y sus anuncios tratan de vender productos. ¿Son ambas cosas compatibles? En realidad, creo que mis anuncios también exploran al ser humano. Desde que empecé en la publicidad de prometí que nunca la usaría para engañar, ni para ofrecer una imagen falsa de las vidas de la gente. Y nunca he faltado a mi palabra.