Hasta hace muy poco nadie podía discutir la imbatibilidad de Pixar. Había conseguido retar a Disney y fundar una nueva era en el terreno de la animación apostando por las nuevas tecnologías, llevando el desarrollo digital a otra dimensión y sentando las bases de un nuevo modelo de película familiar que abría su espectro de difusión tanto a niños como a adultos. Desde Toy story (1995) hasta Del revés (Inside out) (2015) el idilio no paró de crecer, triturando prejuicios y llegando a los espectadores de la manera más pura, a través de la imaginación, la diversión y la ternura.

Sin embargo, el despido de John Lasseter como director creativo por comportamiento tóxico y sexista dentro del entorno laboral, ha supuesto de alguna forma el cierre de un ciclo, algo que se aprecia precisamente ahora que se estrena Toy story 4, la última entrega de la franquicia que convirtió a Lasseter en la reencarnación de Walt Disney en el nuevo milenio y la primera película de Pixar en la que el gran gurú de la animación no aparece en los títulos de crédito.

Fue durante el proceso de gestación de esta última parte cuando saltaron las voces de alarma al abandonar el proyecto Will McCormack y Rashida Jones después de que Lasseter intentara sobrepasar su relación profesional con la actriz y guionista. Aunque estos rumores fueron desmentidos, en plena efervescencia del movimiento MeToo, comenzaron a sucederse las denuncias anónimas que evidenciaban que Lasseter no era solo ese sonriente señor con camisas llamativas que había revolucionado la industria del entretenimiento, también había utilizado su situación de poder para abusar de mujeres.

Quizá por esa razón la nueva cúpula de Disney y Pixar se ha esforzado en mantener a un lado la figura de John Lasseter en Toy story 4, hasta tal punto que no dejan de aparecer versiones contradictorias sobre su implicación en la gestación de la película. En definitiva, un clásico dentro de Hollywood, convertir una figura heroica en villano de la función cuando se vuelve demasiado incómodo.

En ese sentido, no deja de resultar curioso que Toy story 4 contenga una buena cantidad de discursos soterrados un tanto nocivos para el público infantil y juvenil, como el que se refiere a pertenecer a una persona anulándose en el proceso la propia identidad. Si algo había caracterizado las películas de Pixar era su capacidad para narrar aventuras imaginativas en las que latía un trasfondo metafórico en torno a la sociedad en la que vivimos, los retos a los que nos enfrentamos, así como un estudio minucioso del comportamiento humano ya fuera a través de juguetes, bichos, coches de carreras o familias de superhéroes.

La película con la que se cierra, por ahora, una de las sagas más importantes de la historia del cine ha perdido parte de su magia. Toy story 4 no aporta nada nuevo y parece conformarse con seguir sacando el máximo partido a una serie de personajes que forman parte de la cultura popular. Nos da pena despedirnos de Woody, Buzz Lightyear y compañía, pero todavía resulta más triste que su última aventura sea también la menos memorable después de una ascensión imparable que nos había conducido al infinito y más allá.