La montaña del Príncipe Pío acoge a diario una de las mayores concentraciones de turistas de Madrid, sobre todo al atardecer. Su balconada sobre el parque del Oeste brinda las puestas de sol más conmovedoras de una ciudad famosa por sus cielos velazqueños. Además, el lugar ofrece al visitante la posibilidad de vivir una experiencia milenaria con solo adentrarse en el Templo de Debod, construcción egipcia de 2.200 años de antigüedad que desde 1972 compone sobre este marco una de las imágenes más fotografiadas de Madrid. Esta célebre estampa se dispone a cambiar para siempre.

El Ayuntamiento de Madrid acaba de aprobar la convocatoria de un concurso de ideas para cubrir el recinto mediante "la solución arquitectónica más apropiada". Al consistorio no le mueven razones estéticas, sino cumplir con un compromiso que lleva medio siglo esperando, y reacciona así en respuesta al público tirón de orejas proponado por el egiptólogo Zahi Hawass, que recientemente visitó la ciudad para inaugurar una exposición sobre Tutankhamón y escribió al alcalde para advertirle: "Si no puede protegerlo, tiene que devolverlo, porque no lo está valorando".

BAJO TECHO

En 1968, la República de Egipto donó a España el templo que había mandado construir el rey Adijalamani en el siglo II a. C. en honor a los dioses Isis y Amón de Debod, y que iba a quedar sumergido bajo las aguas del Nilo cuando se construyera la presa de Asuán. Aquel no fue el único regalo que el gobierno de Nasser hizo a los países que se implicaron en la operación orquestada por la UNESCO para salvar los monumentos afectados por el embalse: el templo de Ellesiya acabó en Museo Egizio de Turín, la fortaleza de Taffa fue ubicada en el Museo de Antigüedades de Leiden (Países Bajos) y el templo de Dendur lleva 50 años recibiendo visitas en el MET de Nueva York. Todos duermen bajo techo, tal y como exigió la UNESCO.

En el reparto, a España le tocó la construcción más voluminosa. Los 1.356 bloques de piedra arenisca que componen el complejo religioso de Debod no cabían en ningún museo, así que fueron ubicados sobre el solar que antaño ocupó el antiguo Cuartel de la Montaña. El templo fue inaugurado el 20 de julio de 1972 por el entonces alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro y la promesa de cubrirlo quedó flotando en el mismo aire que lleva todo este tiempo precipitando sobre él tormentas de lluvia, olas de frío y la polución que generan las avenidas circundantes.

En estos años no han faltado voces que recordaran el compromiso incumplido. De hecho, el propio ayuntamiento organizó en el 2018 una "jornada técnica" para discutir con expertos cuál podría ser la mejor solución para salvaguardar el tesoro arqueológico. En realidad, la protección del templo es una patata caliente que los distintos gobiernos municipales se han ido pasando de mano en mano desde el tardofranquismo sin atreverse a hincarle el diente. La regañina de Hawass, a la que se ha unido la del ministro de Antigüedades y Turismo del Gobierno egipcio, Jaled El-Enany, parece haber acelerado la solución.

LLUVIA Y CONTAMINACIÓN

"No debería estar al aire libre, porque no fue diseñado para soportar este clima. Carece de tejado y, cuando llueve, el agua empapa sus muros inclinados", indica Alfonso Martín Flores, responsable de la conservación del centro, quien señala a la contaminación como la otra gran amenaza para el monumento. "No le daña de golpe, pero sí a largo tiempo", advierte.

Lo cierto es que el Templo de Debod, que en el 2008 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC), es uno de los atractivos turísticos más solicitados de Madrid. El año pasado recibió la visita de 425.000 personas, que de forma gratuita y en recorridos de media hora de duración, pudieron apreciar los relieves que decoran las capillas de la planta inferior y la colección de capiteles y sillares que hay expuesta en la planta alta, junto a una maqueta que reproduce su ubicación original a orillas del Nilo.

La visita se antoja corta, una carencia que podría subsanar una de las propuestas que se están barajando, consistente en la creación de un museo que albergara el Templo y sirviera para ofrecer información complementaria sobre su pasado. También se ha planteado la posibilidad de cubrirlo con una cúpula o de situarlo por debajo del nivel del suelo. Sea cual sea la solución elegida, las obras no comenzarían hasta la próxima legislatura. El Templo de Debod seguirá recortando el 'skyline' de esta esquina de Madrid algunos años más.