Tres contra uno, mierda para cada uno. Ese es el dictado del pueblo, y el pueblo siempre tiene la razón. Excepto en los pogromos polacos. Y las victorias del PSOE. Y las ventas de Alejandro Sanz. Dejémoslo. En este combate, tres Gigantes de la Literatura Mundial (John Irving, John Updike y Norman Mailer), se metieron contra un Tirillas del Nuevo Periodismo (Tom Wolfe). ¿Eso es justo? ¿No? ¿Sí? ¿Les importa un comino? Lo entiendo. En el contexto actual, las riñas de cuatro literatos musgosos importan menos que la flatulencia de un átomo, pero, incluso así, conviene repasar los hechos.

Todo empezó cuando en 1998 Tom Wolfe, periodista laureado de la histeria manuscrita y los puntos suspensivos y los signos de admiración! Oh! Frrrotz! Mooooc! Uf, uf!... sacó 'Todo un hombre'. La debilidad número uno de Tom, desde el primer día que trufó de mayúsculas una columna de prensa, ha sido ser aceptado en el panteón de la Literatura Inmortal. ¿Recuerdan aquella escena de 'Gosford Park' en que las momias de clase alta se meten con la cuñada cutre porque baja a cenar con un vestido penoso? Pues lo mismo hicieron I-U-M con El Wolfo. Solo que, incomprensiblemente, no se rieron de su traje, sino de su prosa.

Updike, literato de equina faz, declamó en el 'New Yorker' que "'Todo un hombre' equivale a entretenimiento, no literatura, incluso literatura en su más modesta forma". Mailer, a quien todo el mundo creía muerto (o al menos yo), un fulano de quien nadie ha terminado un libro desde 1963, se unió al matoneo anunciando que leer a Tom era el equivalente a follar con una mujer de 140 kilos: "Si se pone ella encima, todo ha terminado. Enamórate o asfíxiate". Mailer ya se había metido con The Wolfer en 1989, afirmando, no sin parte de razón, que "hay algo ridículo en un hombre que lleva traje blanco todo el tiempo, especialmente en Nueva York". Wolfy, que distaba de ser el rey del contrazasca, masculló que "al perro que va delante todos le muerden el culo", poniéndoselo en bandeja a Mailer, quien respondió: "Que tu culo esté sangrando no significa que seas el perro que va delante".

En la tangana de 1998 solo faltaba Irving, quien arrastró su cuerpo de carricoche a un plató televisivo (canadiense) para comentar que la guerra entre U-M y Das Tommer no era tal, "porque no puede haber guerra entre un peón y un rey". Luego se desajustó la faja y añadió que las novelas de Wolf-Wolf eran "parloteo", que leerle era "como leer un periódico o un artículo malos en una revista", y que cualquier página de una novela de Wolfe tenía "una frase que me haría vomitar".

Tom no había espabilado en los diez años del último puñal. Se rebajó a presentarse al mismo plató televisivo (canadiense) que Irving y, a la avalancha de improperios, respondió que "es un berrinche. Un maravilloso berrinche" () "Irving es un gran admirador de Dickens. ¿Pero qué escritor lleva un año siendo comparado con Dickens? No John Irving, sino Tom Wolfe... Eso debe corroerle" y puso la guinda en su diabético 'cupcake' sentenciando que "ahora siempre pienso en los tres juntos, porque son tres, como Larry, Curly y Moe. Debe molestarles un poco que todo el mundo, incluso ellos, estén hablando de mí".