Toundra acude este miércoles en las Nits del Fòrum, seis meses después de publicar su último disco, Das cabinet des Dr. Caligari, banda sonora para la película de 1920 de Robert Wiene. Hablamos con uno de sus dos guitarristas, Esteban Girón.

¿Cómo está resultando este verano para la banda?

Hicimos un concierto en Oviedo, y el de Barcelona será el segundo y último. Actuaciones con temas de Toundra de diversas épocas; no presentaciones del álbum, que requieren un espacio cerrado o un cine de verano. Y hasta que no vuelva la normalidad no creo que volvamos a tocar, porque esto no son conciertos como nosotros los entendemos.

Son bolos derivados de la necesidad de actividad que piden los músicos, los técnicos, las agencias de 'management'...

Porque están indefensos y no les queda otro remedio, no porque les encante trabajar en este contexto. Esto es lo más parecido a una guerra que nos ha tocado vivir, y los que nos dedicamos al ocio somos los últimos de la fila. Entiendo que las prioridades son otras, pero no veo normal que se deje a tanta gente indefensa cuando hay dinero para ello. En Madrid ahora han suspendido el festival Tomavistas. Porque, claro, a ver quién es el guapo que se arriesga a que haya un foco de contagios en una actividad, la música en directo, que importa a un porcentaje bajo de la población. En el fondo, esto no va de vidas, va de votos.

¿No se sienten cómodos en estos conciertos?

En un concierto de rock, el denominador común no es el estilo, ni el número de músicos, ni el sitio, ni los instrumentos que se toquen: es la gente en primera fila, sudando y recibiendo decibelios a todo trapo. Y esto ahora no está. Para un músico, el retorno que te da el público es muy importante.

Hace un par de años nos decía que en la obra de Toundra estaban los discos Pink Floyd y los discos rocknroll. Das Cabinet des Dr. Caligari, ¿se escapa esa división?

Nos ha servido para coger hambre de volver a casa y hacer un disco de ruido. Ahora lo que queremos es hacer un disco de rocknroll. Ya llevamos muchos años poniendo a Pink Floyd en la furgoneta.

¿Qué discos de Pink Floyd?

Desde Meddle hasta The wall. No tenemos ningún problema en afirmar que somos unos horteras y que nos gusta Pink Floyd sin Syd Barrett.

Se alimentan de fuentes pre-punk y pos-punk.

Cuando empezamos con Toundra veníamos del hardcore y del punk, que eran tendencias diametralmente opuestas a los grupos de los 70 que habíamos escuchado en la niñez y preadolescencia. Mi padre tenía un programa de radio y en casa escuchábamos a Pink Floyd y a Led Zeppelin. Pero nos dimos cuenta de que ese rock espacial no estaba reñido con la rabia y el ruido. Yo ya no estoy tan enfadado con el mundo como cuando tenía 18 años, aunque si me pones un disco de Fugazi, se me ponen los pelos como escarpias.

¿Se sienten motivados para hacer música nueva?

Estaría feo, y sería hortera, y poco honesto con uno mismo, dejar que lo que está ocurriendo fuera la primera fuente de inspiración. Imagínate que después de esto salen un montón de discos inspirados en el coronavirus. El artista debe ir a contracorriente. Hay que buscar otras fuentes de inspiración, pero estas vienen del día a día, de la interacción, según se va desarrollando la vida. Y ahora estamos en un paréntesis.

La furia sónica que genera su música, ¿no puede servir para canalizar frustración?

No creo que la gente esté como para que nosotros salgamos cabreados a tocar. Siempre lo hemos hecho, ha sido una de las motivaciones de Toundra: el descontento con las cosas. Y ahora hay un montón de motivos para estar cabreados. Pero la gente está más necesitada de cariño que de rabia.

Entonces, después del Fòrum, ¿Toundra se retira a los cuarteles de invierno?

Es época de componer, grabar, preparar y aguantar. Y menos mal que en el grupo todos tenemos otros trabajos.