Cuando una obra de teatro cuelga el cartel de no hay billetes en los dos días previstos para su representación, o bien ha funcionado el efecto llamada --el boca a boca entre amigos y conocidos de actores de solvencia contrastada-- o bien el texto es muy bueno. Y, ¿por qué no ambas cosas a la vez y no necesariamente en este orden que refleja el escribidor?

Y eso es lo que ha ocurrido con Lo que el ficus deja ver cuando se poda, la última obra de Antonio Arbeloa, versátil, renacentista y comprometida en el negro sobre blanco. Una producción que entra directamente al corazón, a través de un triángulo amoroso y sentimental complicado en el que las emociones más vitales, casi, casi como si fuera un texto shakesperiano están a flor de piel y maduran en una sucesión de risas y llantos que llevan al espectador a un ritmo de vértigo.

Amigos del Teatro enaltece el arte de Talía con una obra en la que con el propio Arbeloa como protagonista y la excepcional participación de Vicent Rodrigo Concha Pascual, Carmen Notari y Batiste del Campo muestran sus excelencias de magisterio actoral sin aditivos ni edulcorantes. Teatro puro, sin concesiones.

El Teatre del Raval como testigo dos días de un teatro rayano en lo profesional, con tintes de arte y ensayo y ventanas abiertas.

Lo que deja ver el ficus cuando se poda es una amalgama de sensaciones, de evoluciones y deseos, de espíritus martirizados y también burlescos, de humanidad entera que nunca sabrá explicar el intrincado mundo de las relaciones personales. Cómo todo cambia, cómo todo sigue igual en los avatares de las conciencias y de los sueños, de las esperanzas y de las traiciones y de los propios engaños.... Del amor.