Varea cayó de pie en Madrid. No hubo premio material, pero sí la recompensa de escuchar una ovación y, sobre todo, el reconocimiento de la afición más exigente del mundo que acabó claudicando y aplaudiendo la personalidad y toreo caro del joven de Almassora que ayer en Madrid dijo adiós como novillero para dar el salto el próximo domingo al escalafón superior.

Desapacible tarde: lluvia, frío y viento no fueron los mejores elementos. Tampoco los novillos de El Parralejo ayudaron. Una decepción, teniendo en cuenta la consideración de ganadería de postín. Los tres novilleros más importantes del momento se presentaban en Madrid, condición que se impusieron antes de tomar la alternativa. Los tres se doctorarán el próximo fin de semana en la plaza de Nimes.

Con el único que tuvo opciones, Álvaro Lorenzo demostró su solidez castellana. Le pidieron la oreja, pero se conformó con la vuelta al ruedo. Ginés Marín bailó con la más fea. Y a Varea el presidente le echó al corral de manera precipitada el mejor novillo.

Sucumbió a la presión de un grupo impaciente que vio flojear de remos al novillo. Salió el sobrero, de José Vázquez, y de primeras le sopló Varea un ramillete de verónicas con mucha despaciosidad y encaje. De lo mejor de la tarde. Pero se desinfló el novillo y el gozo de Varea.

Pero sobre la campana el de Almassora destapó su tarro de las esencias con un novillo noble pero justo de fuerzas. Los pases de pecho, los remates, el encaje... Con el sello Varea. Lástima que el novillo no tuviera más empuje. Los naturales, aislados, acabaron por convencer al aficionado que ante todo, atisbó la categoría de su toreo. Pero de nuevo la espada, esa maldita espada, no quiso entrar. Un talón de Aquiles, una cruz que debe apartar si quiere llegar a lo más alto. H