Es uno de los espectáculos de gran formato más exitosos de la historia del teatro de calle y sus números impresionan. Veles e vents, el montaje de Xarxa Teatre, cumple 25 años y la compañía de Vila-real ya prepara toda una serie de actos para celebrar las bodas de plata de un show cuyo mensaje sigue más vivo que nunca. Creado en 1994 para inaugurar el túnel del Canal de la Mancha, Veles e vents se ha representado más de 400 veces en 30 países de cuatro continentes. Y entre todas, destacan las representaciones que tuvieron lugar en el Teatro Nacional de Taichung (Corea del Sur), en el Perth International Arts Festival (Australia), en el FIA de San José (Costa Rica), en la Expo del Bicentenario en Guanajuato (México) o en las Olimpiadas Culturales Londres 2012, celebradas en Dorset (Inglaterra).

El proyecto Veles e vents supuso un punto de inflexión en la trayectoria de Xarxa Teatre. El éxito que la compañía había cosechado en Francia hizo que fuera la escogida por el Thèâtre National de Calais para el espectáculo inaugural del túnel del Canal de la Mancha. De esta forma, la compañía de Vila-real siguió un camino, el de la coproducción internacional, iniciado en 1989 con el espectáculo El foc del mar, y que ha hecho posible que muchos de sus grandes montajes hayan visto la luz. Los casos más recientes son Papers! (con el apoyo del Festival de Aurillac) y Fahrenheit-Ara Pacis, en cuya producción han participado festivales de países como Suiza, México, España, Corea del Sur, Francia o Polonia.

PUNTO DE INFLEXIÓN

Veles e vents se representó por primera vez en Morlaix (Francia) ante más de 14.000 personas y recibió el premio Caleidoscopio por parte de la Comisión Europea y a nivel formal, el espectáculo sirvió para confirmar también el crecimiento de la compañía. En este montaje, la compañía Xarxa Teatre abandonó parcialmente la itinerancia que caracterizaba a sus anteriores producciones (Nit màgica y El foc del mar) y apostó por una gran estructura que permite que el mensaje llegue a miles y miles de espectadores a la vez.

El montaje parte de la obra del poeta valenciano Ausiàs March para poner ante los ojos del espectador un mar idílico, pero también apocalíptico, un mar que es fuente de vida y espacio conector de culturas, pero también un mar en plena destrucción, convertido en cementerio nuclear y permanentemente en llamas por las catástrofes petroleras. El mensaje medioambiental está más presente que nunca, como lo está la propuesta escénica. El uso de la pirotecnia y de los elementos móviles acompaña la travesía de un barco que, en segundos, se transforma de un idílico velero a un petrolero.