La jornada inaugural de esta edición tan extraña de la Mostra ha servido sobre todo para que sus organizadores respiren tranquilos. Después de todo, las medidas previstas para mantener alejado el coronavirus parecen estar implementándose con eficacia y, aunque el espacio físico ocupado por el festival nunca antes había tenido tan poca densidad de población, prensa e invitados han acudido en buen número a la cita pese a que estar aquí mientras el resto del mundo se hunde le haga a uno sentirse algo idiota -aunque no tanto como permanecer en el interior de una sala de cine con la mascarilla puesta-; pero, como nueve de cada diez encuestados dirían a este respecto, el espectáculo debe continuar.

De forma no tan socorrida pero aun así bastante similar se ha expresado este miércoles Cate Blanchett. Estoy convencida de que la industria del cine emergerá de esta crisis más creativa y más resiliente, ha afirmado en rueda de prensa la actriz australiana, que este año lidera el grupo de jueces que decidirán el palmarés de la competición oficial. Me parece grotesco que no se permita a la Organización Mundial de la Salud liderar la lucha contra la pandemia; y me resulta increíble que, en lugar de aprender de quienes primero sufrieron el azote del virus, todos los países nos comportemos de forma tan individualista, obtusa y destructiva. Los humanos somos una especie muy ridícula, ha añadido mientras, a su lado, la directora Claire Denis -que preside el jurado de la sección paralela Horizontes- sufría algún que otro ataque de tos seca. Alguien debería hacerle urgentemente una prueba PCR.

Por lo demás, el certamen ha echado a andar con la proyección de Lazos, drama -más bien dramón- sobre una familia que queda dañada para siempre cuando el sujeto egoísta y vanidoso que ejerce de marido y padre abandona el hogar durante unos años para vivir un romance con otra mujer. Dirigida por el italiano Daniele Luchetti -hacía 11 años que una producción local no inauguraba la Mostra-, la película cae a menudo en un tremendismo injustificado y abusa del tipo de diálogos relamidos que ninguna persona real utiliza; es, en general, una obra a lo sumo pasable que de ningún modo merece abrir un festival de cine, y menos uno acostumbrado a reservar ese privilegio a títulos del calibre de Gravity, Birdman y La La Land.