El agente de su amigo, el actor Will Smith, le propuso rodar Top Gun; Jay-Z quiere que grabe un disco de rap; Donatella Versace le tienta constantemente para su marca de moda. Pero a sus 34 años Lewis Hamilton (7 de enero de 1985, Stevenage, Reino Unido) ha aparcado esos proyectos hasta liquidar todos los récords que existan en la F-1. En Estados Unidos sumó el sexto título, pero hay más coronas en camino para suceder a Michael Schumacher, para ser, universalmente aclamado, como el mejor piloto de todos los tiempos.

Puede que así le hagan justicia por fin en su país, puede que entonces el establishment inglés que mangonea la F-1 asuma que es el mejor de todos los tiempos a pesar de que sea un chico de raza negra, de que no siga el patrón de gentlemen de anteriores campeones como los Hill, Button, Mansell, Hunt, Clark o Stewart. Es verdad que se pasea en patín, con el pecho lleno de cadenas de oro, vestido con vaqueros rotos y ataviado con rastas y tatuajes. Es todo bling bling y hip hop. Es cierto que ha abrazado la cultura norteamericana, pero esa es la razón también de que este fenómeno mediático haga llegar la F-1 a gente que jamás se interesó por un coche.

Gran Bretaña parece haber renunciado a idolatrar al que será el mejor piloto de la historia. Aún está a tiempo, porque a Lewis le faltan, si quiere, seis años más en F-1 para borrar del mapa todos los récords, para que en su país pueda ser un día más querido que David Beckham.

Siempre ha sido diferente al resto del paddock. Hijo de un inmigrante de Martinica, sus padres se separaron cuando cumplió los tres años y compartió su infancia con un hermano pequeño con minusvalías físicas. "Vivíamos en un pequeño apartamento Fue difícil, pero mira aquí estoy. No está mal para un chico corriente de Stevenage", recuerda Lewis, al que su padre apuntó a clases de kárate para poder defenderse del acoso escolar cuando tenía nueve años.

Apadrinado por Ron Dennis, patrón entonces de McLaren, fue escalando en el kárting y en los monoplazas. Deslumbró en la GP2 y Dennis lo hizo debutar en F-1 a los 22 años. Ganó el título al año siguiente y, entonces, todo explotó a su alrededor. Llegó la presión mediática, la fama, la popularidad, los espónsors, las crisis sentimentales.

Han pasado 13 años desde que debutó en F-1, once temporadas desde aquel lejano primer título en 2008 que le lanzó a la fama, que colocó a Lewis Hamilton en la órbita de las celebridades, el más joven campeón de la historia, el primer piloto de raza negra. Con solo 22 años, aquel primer título generó sus primeras crisis.

La casi adolescente relación con la cantante Nicole Scherzinger, el enfado con su padre al que despidió como mánager se pasó a los representantes de las Spice Girls las tensiones con Ron Dennis Hamilton no se encontraba a sí mismo, aún era un proyecto a medio terminar al que la Policía de Australia detuvo por hacer el cani con su coche por Melbourne. "Fue un momento difícil. Estaban pasando cosas a toda velocidad y necesitaba poner orden", dice sobre el periodo entre 2009 y 2012.

"Lo mejor que hice entonces fue cambiar de equipo e irme a Mercedes. Necesitaba irme a otro equipo". Fue a finales de 2012 y resultó su verdadera emancipación. El reglamento cambió hacia los motores híbridos y Mercedes puso en manos de Hamilton un misil con el que ganó los títulos de 2014 y 2015. Se sentía en el Olimpo, así que se puso un implante de pelo y su única compañía fija pasaron a ser sus perros Roscoe y Coco, mientras se dejaba ver en vacaciones, fiestas, yates y conciertos con Rihana, Lindsey Vonn, Vivian Burkhardt, Sara Ojjeh, Heidi Klum, Danielle Lloyd, Gigi Hadid, Kedall Jenner, Petra Nemcova, Barbara Palvin, Rita Ora, Winnie Harlow, Lotta Hintsa, Sophia Richi, Jodia Ma, Nicki Minaj Una lista interminable.

"Puedo salir de fiesta, levantarme al día siguiente y ganar la carrera", decía al más puro estilo James Hunt. "Ahora no tengo tiempo para el amor", dijo recientemente en una entrevista reciente al Times. Ahora está centrado en la F-1, en ser el mejor, en que no se vuelva a repetir la temporada 2016, el año en el que su compañero Nico Rosberg, el mismo amigo y rival de la infancia en el kárting, el tipo que no le había hecho mucha sombra hasta entonces, le amargó la existencia.

Rosberg inició una guerra psicológica en el equipo, en las declaraciones, en la pista, pidió que intercambiaran los mecánicos, ideó mecanismos de salida con nuevas piezas en el volante que no compartía con Lewis Y ganó el Mundial. Pero la guerra supuso tal desgaste que Nico dejó exhausto la F-1 a continuación, a los dos días.

Hamilton exigió entonces un compañero dócil, un típico piloto número dos, rápido y bueno para confiar en su trabajo en la evolución y reglajes de coche, pero sin colmillo, sin chispa, sin esa velocidad extra de los mejores que pudiera inquietarle.

Y su jefe, Toto Wolff, le dio al finalndés Valtteri Bottas. Pero eso no resta ni ápice de mérito a los títulos de Hamilton, al contrario, revaloriza las dos coronas logradas ante Rosberg. Aunque el gran mérito de Hamilton llegó después. Su pilotaje fue el hecho diferencial para que Mercedes ganara el título de pilotos frente a una Ferrari más competitiva en 2017, 2018 y este de 2019. Su velocidad a una vuelta, su facilidad para adelantar, su consistencia, esa capacidad tan suya de ir rápido en cualquier situación, con más o menos grip, con un coche mejor o peor equilibrado, le hacen diferente al resto. Lewis se ha hecho más y más fuerte mentalmente en la pista, y casi siempre ha tomado un camino completamente diferente al resto de pilotos fuera de ella.

A sus 34 años, se mueve por el mundo de país en país con su fisio, Angela Cullen, que forma parte del grupo de trabajo de Hintsa Performance. Han elaborado junto a la NASA un protocolo para tratar de que el piloto pueda viajar por todo el mundo sin problemas de sueño. El uso de melatonina, gafas oscuras, horarios y hábitos son algunas de las herramientas que Cullen y la NASA han puesto al servicio de Hamilton. Es también la principal culpable de que Hamilton se haya hecho vegetariano.

Ya queda poco o nada de aquel Lewis que se compró un jet privado nada más fichar por Mercedes en 2013. No solo lo vendió, ni siquiera vuela ya en jets. Ahora "vuelo principalmente en aviones comerciales", lo que califica como "un gran cambio en mis hábitos. Y entre ellos figura usar un Mercedes-Benz EQC eléctrico y dejar en el garaje o vender toda la flota de ultradeportivos que posee. Salvar el planeta es ahora su obsesión tras volverse vegano hace tres años. No dejo que nadie en mi oficina ni en mi casa compre plástico.

Michael Schumacher presencia desde su mansión en Suiza cada carrera de F-1 a veces en compañía de los superallegados como Jean Todt o Ross Brawn y siente cómo Hamilton amenaza su título de mejor piloto de todos los tiempos. El Kaiser solía decir que se permitía tan solo un error por temporada. Puede decirse que Hamilton solo ha cometido un error en seis años.

El chico de Stevenage ha logrado los cinco últimos títulos con una consistencia fuera de lo normal: puntuó en todas las carreras de esta temporada, como ya hizo en 2017. Solo dejó de hacerlo por un par de averías en 2015 y una en 2016. Y solo dos toques importantes en seis años, cuando Rosberg le pinchó el coche en Bélgica 2014 culpa del alemán y el accidente entre ambos en la primera vuelta del GP de España 2016.

Ocuparía otra página relatar los errores de Sebastian Vettel o Max Verstappen en las tres últimas temporadas, o las de Charles Leclerc en sus casi dos años en F-1. Hamilton está a otro nivel en todo, y sí, el récord de Schumacher puede ser suyo el próximo año.

Y si no es en 2020, será en el 21 o el 22, porque Lewis tiene cuerda para rato. Ya se ha pronunciado ante el cambio de reglas que afectará al campeonato en 2021, con algunas modificaciones aerodinámicas y el compromiso de reducir costes, como ya se intentó hace ahora 10 años. Me encantan los retos. En algún momento el próximo año, me centraré en 2021. Quiero ser pionero en esa era. Disfruto de lo que hago y no veo razones para retirarme.