Los consumidores más atentos o preocupados por su salud habrán percibido que, desde hace algún tiempo, ciertos productos del supermercado contienen una especie de semáforo de colores, con letras de la A a la E, que indican el valor nutricional del alimento. Es más fácil de encontrar en los productos que obtienen buena puntuación, como los yogures sin azúcar, y brilla por su ausencia en la comida basura. Además, no lucirá en el aceite de oliva y quizá tampoco en ibéricos como el jamón, lo que ha reavivado las críticas hacia Nutriscore, el etiquetado que el Gobierno quiere implantar antes de abril. El objetivo es mejorar los hábitos de consumo y disminuir la ingesta de azúcar y productos procesados que contribuyen a los altos índices de obesidad.

Según el ministro de Consumo, Alberto Garzón, una de las deficiencias del etiquetado Nutriscore es que no es obligatorio para las empresas pero, aun así, él espera que la industria «se incorpore de forma masiva» una vez que este se apruebe, mediante real decreto. «Las marcas que no lo hagan estarán dejando sobre sí una mancha de sospecha», explicó recientemente a este diario.

Garzón admite que Nutriscore no «es perfecto» pero, a su juicio, es el sistema que cuenta con más apoyo tanto por parte de los científicos como de las asociaciones de consumidores. Pero la decisión de su ministerio de dejar fuera el aceite de oliva, catalogado primero con una D y luego con una C, ha reabierto la caja de Pandora. El ministro sostiene que «el aceite es bueno para la salud y una etiqueta no debe decir que es malo».

Alertas de expertos

Basándose en la excepción del aceite, la patronal del cerdo ibérico, Asici, pide también que el jamón, la paleta y el lomo ibérico sean excluidos porque el algoritmo de Nutriscore no valora adecuadamente sus «propiedades saludables». Ante ello, han sido varios los nutricionistas que han alertado, vía redes sociales, de que la decisión de dejar fuera a ciertos productos evidencia los fallos del etiquetado y las presiones de la industria.

Uno de ellos es Juan Revenga, quien asegura que, «aunque sobre el papel los etiquetados frontales de alimentos parecen herramientas útiles, hasta la fecha su efectividad para modificar el comportamiento de consumidores es muy discreta». Y, en su opinión, entre todos los sistemas, Nutriscore «parece ser de los menos eficaces». La presidenta del Consejo General Dietistas-Nutricionistas, Alma Palau, también avisa de que con Nutriscore puede suceder «como en la década de los 80, cuando aparecieron los productos light, que promovieron la obesidad».

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), por su parte, apoya que España esté ahora coordinando esfuerzos con otros países de su entorno como son Francia y Alemania para la implantación de Nutriscore porque en su opinión es un «etiquetado útil» a la hora de elegir «la mejor opción nutricional».