Las ancas de rana son las patas traseras, la única parte comestible de este anfibio, de carne muy fina y delicada, una auténtica delicatessen. Se consideran una especialidad culinaria en muchos países, tiene muchos incondicionales y detractores, y es poco conocida por los nuevos gurmets.

El consumo de ancas de rana ha disminuido tanto, que hoy en día es testimonial. Aunque puede parecer una comida exótica, las ancas han sido muy consumidas en nuestro país. Nuestra provincia tenía muchas zonas donde las ranas eran muy abundantes, se pescaban y consumían habitualmente como exquisito y fino bocado. La desaparición de su hábitat natural ha contribuido a que caigan en el olvido. Hasta la mitad del siglo pasado fue un producto muy valorado porque se le atribuían propiedades mágicas.

Las formas más habituales de preparar este delicioso majar son muy sencillas, para no enmascarar su elegante y fino sabor. Suelen prepararse fritas, rebozadas o en tempura, aunque también son cocinadas al ajillo o all i pebre y como habitual acompañante de arroces secos, melosos o caldosos. En algunos restaurantes de la desembocadura del Ebro se preparan con el típico arroz del delta que incluye como ingredientes principales ancas de rana, anguila, pato, caracoles y alcachofas.

Sustitución de carnes

Las ancas de rana son muy saludable, bajas en calorías, un alimento que destaca por su alto contenido en selenio, fósforo, agua y proteínas. Las ancas de rana pueden sustituir a otras carnes como el vacuno o el cerdo, por poco grasas y recomendables en dietas de adelgazamiento.

El tiempo de cocción que necesitan es muy reducido, están mejor si media hora antes de cocinarlas se marinan con un poco de zumo de limón, aceite y pimienta recién molida.