La berenjena, una humilde hortaliza presente en todos los países del Mediterráneo desde la Edad Media, nació en la India hace 40 siglos. El cultivo de este producto es muy antiguo y llegó a Europa en la Edad Media desde España de mano de comerciantes árabes.

Las variedades de esta hortaliza se diferencian mayormente por su forma, que puede ser jaspeada, globosa, larga y esférica. Así, la jaspeada es redonda y ovalada, de color blanco, morado o verde y pulpa blanca. La globosa es de forma esférica, piel morada oscura brillante y pulpa verde. La del tipo alargada es de piel morada oscura, brillante y pulpa verde. La esférica, de fruto redondo, es de color morado oscuro, con pulpa verde y agujeritos.

La uniformidad, firmeza, color de la piel y tamaño son los detalles que hay que tener en cuenta para adquirir este producto. Las más sabrosas son las tiernas y firmes, con piel lisa y brillante, de color morado oscuro y de mayor peso en proporción a su tamaño. La piel no debe presentar manchas, arrugas y no tienen que estar blandas.

Para saber si está en su punto hay que realizar una ligera presión con los dedos sobre la piel. Si los dedos dejan huella es que está madura.

Buena combinación // La berenjena es un alimento que admite infinidad de preparaciones y combina muy bien con otros productos. Son excelentes guisadas, rellenas, al horno, rebozadas, fritas, a la brasa, en parrilla, salteadas, hervidas, gratinadas, en purés, pero siempre cocinadas. La berenjena cruda es ligeramente amarga dependiendo de la variedad y del punto de maduración. Por último, cabe destacar que es una hortaliza muy sensible a la hora de su manipulación, por lo que hay que ser muy cuidadoso y refrigerarla para alargar su vida.