El bogavante es el crustáceo más grande que vive en el Mediterráneo. Suele pesar entre 500 gramos y un kilo y medio, pero puede llegar a pesar 10 kilos y medir hasta 80 centímetros. Posee dos grandes pinzas desiguales, la redondeada tiene dientes romos que utiliza para cortar y aplastar, mientras que la pinza más alargada tiene dientes afilados y finos con los que tritura las capturas.

Habita sobre los 50 metros de profundidad. Duerme durante el día, sale a comer de noche y se alimenta de moluscos, sepias, calamares y pulpos. Se pesca con redes (trasmallo) o nasas (jaulas con trampa). El caparazón del bogavante mediterráneo es de color azul oscuro con pequeñas motas marrones. Una vez cocinado, se vuelve de color rojo intenso. Su carne es magra, de textura firme y su sabor es más fino y delicado que las preciadas langostas.

El bogavante mediterráneo es muy escaso, pero suele estar presente en las pescaderías de los mercados municipales de la provincia. Aunque los bogavantes americanos son los más abundantes y consumidos en España, son insípidos y de carne blanda.

Asimismo, los ejemplares que se capturan en aguas del Cantábrico y de las rías gallegas son de calidad similar a los mediterráneos. Pero estos son escasos y con periodos de vedas largas.

Mantenimiento

Este crustáceo puede mantenerse vivo varios días fuera del agua con temperaturas que no bajen de los 10 grados y en viveros o cetáreas con agua de mar hasta ser extraídos para su venta.

Cuando se adquiere un bogavante en el mercado tiene que tener un olor marino agradable, el caparazón será resistente ante la presión sin agujeros ni mutilaciones, antenas y ojos brillantes. Para apreciar este majar lo mejor es someterlo a preparaciones sencillas y cocciones cortas.