La carne de cabrito es la más apreciada del ganado caprino, ya que es el animal joven de la especie. Dependiendo de la edad y la alimentación, hay dos tipos: lechal y cabrito pascual. La carne más tierna y sabrosa es la del primero, más joven y alimentado exclusivamente con leche; a diferencia del pascual, que se alimenta también con pasto. El precio y la calidad disminuyen con la edad y el tamaño del propio animal.

El cabrito lechal tiene una carne muy jugosa debido a su contenido en grasa, que se acumula junto a las vísceras, pero muy fácil de eliminar, antes o después de cocinar. El pascual es más graso y la carne de cabra (animal adulto) contiene el doble de grasa que la de lechal y resulta más dura y menos sabrosa, por lo que su consumo es poco habitual.

Para disfrutar de este manjar, la mejor época es desde invierno hasta finales de primavera, cuando las madres se alimentan de hierbas frescas y el cabrito tiene un suave sabor y bonito color. Su carne admite diversas preparaciones, pero como mejor está es elaborada de forma sencilla: la pieza entera y en horno de leña. Guisado resulta exquisito y además poco graso, ya que la propia grasa evita que la carne resulte seca y necesita poco aceite.

Propiedades

La carne de cabrito es muy rica en hierro, zinc, fósforo, potasio y magnesio, además de generosa en sodio, lo que contribuye a que su sabor sea más potente que otras carnes. A la hora de comprar, el consumidor debe tener en cuenta que tenga la grasa blanca, carne prieta, olor suave y agradable, color sonrosado rojizo y el riñón envuelto de grasa. Se debe conservar en la parte más fría de la nevera, de dos a cuatro días. Admite congelación, aunque las chuletas no se deben guardar en el congelador durante más de cuatro meses.