El caballo se domesticó hace siglos. El hombre lo utiliza como transporte, arma de guerra, herramienta de trabajo, ocio, deporte y alimentación. Sin embargo, su carne se consume de forma testimonial en España, posiblemente por una cuestión cultural.

No obstante, su carne es roja, muy rica en proteínas, apenas posee grasas, es rica en hierro, de sabor dulzona y, si está bien guisada, se deshace en la boca y aporta una fácil digestión. Por sus características está recomendada para los ancianos, niños, deportistas, personas con anemia y en las dietas de adelgazamiento.

A pesar de su excelente sabor, ventajas nutricionales y menor precio que otras carnes, continúa siendo un producto con poca demanda y difícil de encontrar en la carta que ofrecen los restaurantes de la provincia. En los mercados puede comprarse en diferentes preparaciones y calidades: filetes de potro o caballo, solomillos, chuletas, entrecots, hamburguesas y embutidos. Eso sí, a la hora de comprarla es preciso valorar si adquirimos carne de potro o de caballo.

La carne equina sobresale por su ternura. El sabor es similar al de la ternera. El color es rosado claro cuando son animales lechales y rojo oscuro cuando son adultos, es entonces cuando la carne es muy rica en hierro, especialmente recomendada para personas con carencia de este mineral. La carne se debe mantener en el frigorífico y cocinar, como máximo, en las siguientes 72 horas. La mayor cantidad de glucógeno (glucosa) del músculo explica que se estropee antes. Por ello, se aconseja protegerla del aire envuelto en film, ya que admite la congelación.

Por último, hay que intentar quitar los prejuicios culturales y reivindicar por criterios gastronómicos o nutricionales el consumo de esta carne que tantos beneficios aporta.