A diferencia del mejillón gallego, la clóchina es pequeña, de carne rosada e intenso sabor yodado. La época de recolección empieza en el mes de mayo hasta finales de agosto, y se cosecha una sola vez al año. Este bivalvo es un producto de proximidad y se cultiva de forma tradicional y artesanal desde finales del siglo XIX, en bateas o viveros en el puerto de València y el de Sagunto.

Entre la luna llena de abril y la menguante de agosto es cuando este mejillón valenciano se convierte en referente en las cocinas. Este fruto del Mediterráneo valenciano concentra toda la esencia del mar, se cotiza por encima de los mejillones gallegos y los de San Carlos, cultivados de forma industrial y de aspecto similar, pero sin llegar a alcanzar el sabor más potente. Su color, textura, jugosidad y tamaño hacen que merezca la pena pagar esa pequeña diferencia.

La mejor forma para degustarlas es sencilla: abiertas al vapor o hervidas con un poco de agua de mar. No puede faltar en las paellas y otros guisos marineros, ya que enriquece los caldos siempre que esté en temporada.

Este alimento es muy saludable, poco calórico --apenas alcanza las 65 calorías por 100 gramos de producto sin concha--, rico en vitaminas, calcio, hierro, magnesio, fósforo y omega 3. Tiene poca grasa y un alto valor proteico.

En los mercados municipales se puede encontrar este popular marisco, joya gastronómica de pequeña producción y corta temporada. Además, posee sello de calidad y garantía desde el año 2007 con la Marca de Calidad de la Comunitat Valenciana.

A la hora de comprar hay que tener en cuenta que si su valva está cerrada o se cierra al tocarla es señal de que están vivas. Este alimento se puede guardar hasta tres días en la nevera, bien limpio y en un recipiente cubiertas por un trapo húmedo.