Muchas veces sucede que apetece un plato de legumbres --producto barato y rico en proteínas--, pero no se puede hacer porque se tendrían que haber puesto en remojo con antelación. Una forma de solucionar esto es poner las legumbres que prefiramos a remojo. Una vez pasado el tiempo, se escurren y se dividen en raciones en bolsas con autocierre y se ponen en el congelador. De esta forma, cada vez que apetezca se pueden degustar legumbres tan solo añadiéndoles un caldo hirviendo. Y no se nota la diferencia.