Exótico y refrescante, el coco es un alimento que ha sido redescubierto no hace mucho tiempo por parte de la cocina fusión, la ecológica y la vegana. De hecho, esta última aprovecha muy bien todos los derivados que se pueden obtener de este rico fruto.

El coco proviene de Indonesia, Filipinas, India y Brasil. Es una fruta con mucho aguante, capaz de atravesar océanos a la deriva durante meses, chocando con las rocas, soportado los cambios climáticos. Pero esto no es nada comparado con sus grandes propiedades como alimento.

Del coco se obtienen muchos productos beneficiosos para nuestro organismo, como beber el agua del interior del coco o comer su pulpa fresca. Además, mediante unos procedimientos simples es posible obtener aceite, manteca, leche y también harina. Se trata de una fruta muy calórica, pues posee unas 350 calorías por 100 gramos de producto fresco. Es rico en vitamina E, C y B. Su carne es rica en minerales, potasio, fósforo, magnesio y hierro, y su agua es una bebida isotónica natural excelente.

La harina de coco es muy rica en fibra y no contiene gluten, sirve para los mismos usos que la harina de trigo. Además, es muy versátil en la cocina y se puede utilizar tanto en las preparaciones saladas como en dulces.

Para saber si un coco se encuentra en buen estado basta únicamente con agitarlo. Si al moverlo se oye el agua es que está fresco. A la hora de abrirlo lo más conveniente es retirar el agua haciendo un agujero con un cuchillo afilado en uno de sus tres ojos.

La pulpa se extrae rompiendo el coco a golpe de martillo o bien envolviéndolo con un trapo y lanzándolo al suelo. Para conservar su pulpa hay que colocarla en un recipiente con agua y guardarla en la nevera. Se puede mantener hasta tres jornadas si se le cambia a diario el agua.