Los embutidos se elaboran con los intestinos de animales como el cerdo. Normalmente están rellenos de carne picada del mismo animal y, de forma menos habitual, de carne de cabrito, caballo o ternera, condimentadas y especiadas. Asimismo, en ocasiones, los embutidos incorporan otro tipo de ingredientes. Esta particular mezcla cárnica también puede embutirse en vísceras como la vejiga, el diafragma, el esófago, el estómago, la membrana del hígado o las tripas sintéticas.

El relleno de los embutidos puede estar elaborado con una única pieza de carne del animal (carne, vísceras, hígado, lengua, sangre, etc.), así como combinando varias de ellas. Un ejemplo es la gueña, que se elabora con vísceras y condimentos, y es de consumo inmediato ya que se estropea fácilmente. Otros embutidos como salchichas, longanizas o butifarras, incorporan huevo, harina, pan, leche y vegetales, como cebolla y olivas. También el pimentón y las hierbas aromáticas se emplean en la elaboración de estos productos, que se pueden ahumar para que se conserven más tiempo.

En este sentido, la sobrasada, un tipo de embutido muy mediterráneo, está elaborada con pimentón, al igual que los chorizos, que suelen llevar orégano y ajo, y son similares las tármenas, marinas o chistorras. Las morcillas pueden incorporar cebolla, arroz, carne o mezcla, y suelen condimentarse con pimienta, canela, clavo y comino. Una variante de este alimento que no contiene sangre es el blanquet, muy tradicional en nuestra comunidad.

Los embutidos se degustan frescos, curados, cocidos y sin pasar por el fuego. Todos se pueden encontrar en nuestros mercados municipales. En el pasado, permitían conservar la carne de la matanza, pero, en la actualidad, se elaboran en charcuterías, carnicerías y de forma industrial.