Los meses más fríos son la mejor época para poder disfrutar de los erizos de mar. Con un rico sabor, la esencia de este invertebrado marino está en el coral o yemas, junto al líquido que las rodea que aporta un intenso sabor a mar. Las yemas de los erizos están divididas en cinco partes de color rojizo-anaranjadas. Las mejores son las de las hembras, de color más anaranjado, mientras que las de los machos presentan una tonalidad más rosada-blanquecina.

Precisan poca preparación para su degustación, eso sí, hay que saber abrirlos y limpiarlos. Para abrirlos hay que hacer palanca con dos tenedores. Con una cucharilla se sacan las yemas, también se pueden utilizar tijeras. Se pueden tomar ligeramente cocidos sin más o, una vez cocidos, extraer las yemas para elaborar sabrosas recetas con ellas.

No es fácil definir su sabor, entre dulce y salado, con unos matices difíciles de encontrar en otro producto del mar. Por si fuera poco, cada yema es diferente en cada erizo. Algunos definen su sabor como a yodo, ya que su coral tiene un alto contenido en él.

Se pueden comer fríos o tibios, ya que si se consumen muy cocidos pierden su exquisita textura.

Los aficionados a este intenso sabor los prefieren crudos. Se comercializan en los mercados municipales, frescos o en conserva.

El afamado gastrónomo, Julio Camba, dijo “no hay ningún marisco que sintetice el mar de forma tan perfecta como el erizo”.

Los erizos de mar han sido muy consumidos desde la antigüedad en el Mediterráneo, la Patagonia y en los países tropicales. En nuestro país los consumían los pescadores asturianos y levantinos. En Cataluña están muy valorados y con ellos se hacen unas creaciones únicas de sabores intensos.

Icono de la gastronomía de la Costa Brava, con ellos se preparan platos únicos. En Cádiz se comen tradicionalmente crudos y la erizá es una fiesta que precede al Carnaval gaditano.