El sabor dulce y sugerente de los higos continúa en otoño. Es un alimento exquisito, propio de dioses según la tradición griega y romana. Las higueras, con sus golosos frutos, forman parte fundamental del paisaje mediterráneo, muy apreciadas por las diferentes culturas que han poblado las orillas de este mar desde tiempos muy remotos. El placer de comer higos recién cogidos del árbol transporta a la antigüedad de nuestro acervo alimenticio.

Los higos se clasifican en tres grupos, dependiendo del color de su piel. Entre las variedades blancas, de color blanquecino, amarillento o verde son las que están maduras; las coloreadas incluyen los frutos de color azulado más o menos claro; y las negras son de color rojo oscuro o negro.

Cabe destacar que son una buena fuente de energía y se recomienda en casos de debilidad, inapetencia y convalecencia.

Cuando esta fruta está seca se prepara el pan de higo, elaborado con almendras, anís, canela, clavo, pimienta, cáscara de naranja y aguardiente anisado. Todo mezclado con agua de hinojo es alimento energético y tonificante. También se utilizan mucho en repostería y para elaborar mermeladas. Son un buen acompañamiento de platos de caza, ensaladas y enrollados con un buen jamón. Asimismo, se consumen, y mucho, los higos secos, más conocidos como figues albardaes.

Color y consistencia

A la hora de adquirir este fruto hay que elegir ejemplares que presenten un color atractivo, con buena consistencia, textura relativamente suave y cuando estén maduros cedan a la presión con los dedos. Son muy delicados y perecederos, incluso guardados en la nevera se conservan pocos días. La mejor forma de saborear un higo es fresco. Si está maduro, además, se aprecia todo su exquisito sabor y dulzor.