Por Paco González Yuste (Crítico gastronómico)

Aunque el clima está cambiando, aún relacionamos el otoño con una estación tristona. Los días se acortan, la luz mengua y llegan los primeros fríos. Época de lluvias, de nieblas y los arboles pierden las hojas. Para cocineros y gastrónomos, el otoño es un periodo apasionante: la cocina es más sabrosa, con variedad de productos y formas de comer. Época de cocina reposada, con otros tiempos de cocción, platos de cuchara y las salsas cremosas.

Los mercados municipales de Castellón se llenan de productos esperados. Hoy, se puede decir que no hay estaciones para los mercados de abastos: la facilidad, rapidez de los medios de transportes, la tecnología y los cultivos bajo plástico hacen que algunos productos pierdan la estacionalidad, cosa que no pasa con el otoño, que surte nuestra despensas con joyas de la naturaleza. Setas, caza, las primeras trufas (ya muy cercanas), frutos secos y frutas silvestres llegan a nuestra mesa desde bosques y montañas.

Oferta

Desde las lonjas se sirven pescados y mariscos después del periodo de veda. Las primeras doradas, lubinas, besugos, rodaballos, salmonetes, pez espada, calamares langostinos, langostas, gambas y muchas otras delicias acaparan las miradas. En los puestos de frutas y verduras esperan las alcachofas de Benicarló, patatas nuevas, golosos boniatos, calabazas, lombardas y repollos. También los primeros cítricos, especialmente mandarinas, membrillos, higos, peras, uvas manzanas, granadas, chirimoyas y otros frutos poco conocidos o casi olvidados y que solo aquí podemos ver: níspolas, lidones, madroños, arañones o endrinas, para elaborar pacharán, moras e higos chumbos, de difícil de recolección. También acaparan todas las miradas las almendras, avellanas y nueces; y ya están muy cerca las primeras castañas de la temporada.