Una joya gastronómica accesible a todo el mundo. La patata llegó a España del altiplano peruano de la mano de los conquistadores de América. En su origen la gente era reacia al consumo de este nuevo alimento, pero a partir del siglo XVIII comenzó a cultivarse masivamente y se convirtió en habitual en la mesa.

En la provincia de Castellón antiguamente su cultivo era para autoconsumo y los sobrantes se vendían o cambiaban por otros productos. En la actualidad, la más conocida en la provincia es la variedad kennebec, cultivada en Vistabella y en el entorno del macizo del Penyagolosa. Es de una calidad extraordinaria y muy apreciada en nuestros hogares.

Hay que diferenciar este tubérculo dependiendo de su estado de maduración. Las tempranas se recogen cuando son pequeñas de piel blanca y fina, son ideales para cocinar al vapor en revueltos o tortillas y se encuentran desde la primavera. Sus principales variedades son spunta, monaliasa, kennebec y bintje. Las patatas tardías, que se recogen al final del verano, son de tamaño mayor que las anteriores, se conservan más tiempo y son ideales guisadas y fritas. La variedad desiré es muy apreciada en esta época. Por último, las patatas viejas, que son harinosas, se conservan durante mucho tiempo y son ideales para purés, asados y guisos. Están presentes en el mercado a finales de noviembre. La Roja de Turia es su variedad más conocida.

Más reconocidas

En España son muy reconocidas las patatas de Prades, en Tarragona, las papas arrugás canarias, los trumfos cultivados en el Pirineo catalán y las patatas gallegas o cachelos. Para su conservación, aguantan bastante tiempo en casa, siempre y cuando estén en un lugar bien ventilado, en penumbra y sin amontonar, ya que de lo contrario germinarán.