El verano acaba y el otoño empieza con el sabor dulce y sugerente de los higos, un alimento exquisito.

Las higueras con sus golosos frutos forman parte fundamental del paisaje mediterráneo, muy apreciados por las diferentes culturas que han poblado las orillas de este mar desde tiempos muy remotos. El placer de comer higos recién cogidos del árbol nos transporta a la antigüedad de nuestro acervo alimenticio.

Cabe destacar que son una buena fuente de energía y se recomienda en casos de debilidad, inapetencia, astenia y convalecencia. Se clasifican en tres grupos, dependiendo del color de su piel. Las variedades blancas, de color blanquecino, amarillento o verde cuando están maduros; las coloreadas incluyen los frutos de color azulado, más o menos claro; y las variedades negras, de color rojo oscuro o negro.

Hay que elegir ejemplares de color atractivo, con buena consistencia, textura relativamente suave y cuando están maduros ceden a la presión con los dedos. Son muy delicados y perecederos, incluso guardados en la nevera, se conservan pocos días. Las arrugas y aberturas que presenta la piel de los higos son una evidencia de que el fruto está en su mejor momento. Y la mejor forma de saborear un higo es en fresco, si está maduro se aprecia su exquisito sabor y dulzor.

Destacar que con esta fruta, cuando está seca, se hace el pan de higo, elaborado con almendras, anís, canela, clavo, pimienta, cáscara de naranja y aguardiente anisado, todo mezclado con agua de hinojo, alimento energético y tonificante. Se utilizan mucho en repostería y para elaborar mermeladas. No obstante, son un buen acompañamiento de platos de caza, ensaladas y enrollados con un buen jamón. Se consumen, y mucho, los higos secos especialmente albardados (figues albardaes). Los higos combinados con nueces resultan también un goloso bocado. H