—¿Le sorprendió que Giorgio Armani dijera que ya está bien de tanto derroche en la moda?

—La suya es una voz autorizada y lo que decía en su carta pública es que la moda se ha dejado llevar por un calendario endiablado por culpa del fast fashion y que esa carrera ha hecho que las marcas de lujo vayan también con la lengua fuera, con continuas promociones y con ropa que parece quedar obsoleta cuando no debería ser así. La rapidez no es algo que casa con el lujo.

—Fueron pioneros en hacer prendas sostenibles. ¿Fue fácil?

—Recuerdo que nos preguntaban si éramos los nuevos hippies. Era en el 2009 y reciclar tenía un componente peyorativo, de cojo el edredón viejo de la abuela para hacer una mochila. Y no. Queríamos prendas de calidad y demostrar que no había que seguir cavando más profundo para sacar petróleo, que había que reutilizar los recursos y que necesitamos una economía circular. El otro día leía que una de las mayores compañías de algodón quema 7.000 hectáreas en Etiopía para plantar más algodón. ¿Para qué? Para hacer más camisetas de seis euros que consumen miles de litros de agua y que acabarán en el vertedero en un par de años. ¿Estamos locos o qué?

—Esta pandemia, ¿debería servir también para pensar en eso?

—Tiene que ayudar a tomar una serie de decisiones, de entrada a nivel personal. A ver si entre todos somos capaces de imponer otro modelo económico en la moda, porque el que tenemos claramente no funciona si sigue dando la espalda al equilibrio del planeta. Y hay que apostar por las energías renovables.

—¿Hay cada vez más proveedores de tejidos reciclados?

—Sí, pero ha costado encontrar tejidos chulos. Por eso empezamos nosotros a desarrollarlos en colaboración con proveedores de todo el mundo. Desde hace unas temporadas se pueden encontrar buenos tejidos y a precios competitivos. Pero hay que hacer ropa que no sea un horror, eso también lo tenemos claro.

—¿Sabe que hay gente que todavía no se cree que a partir de una red vieja se saca hilo?

—Pues no tienen más que mirar los vídeos donde explicamos que es fácil convertir todo eso en polímero y llegar al hilo. Del petróleo a uno de nuestros tejidos son unos 17 pasos; de una red de pesca vieja, siete. Se ahorra mucha agua y también energía.

—¿Y por qué la ropa sostenible todavía es más cara?

—El consumidor tiene mucha fuerza, y si muchos tiraran por ahí en serio, los costes se reducirían. Pero veo a muchos jóvenes sensibilizados por el medio ambiente que se compran 20 camisetas. Pues por ahí vamos mal.

—Usted plantea que no hay que preguntarse qué planeta vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos dejamos en el planeta.

—Sí. Muchas veces me preguntan cómo vamos a llegar al 2050 y yo respondo que lo que ocurra dependerá de nosotros y de lo hagamos hasta entonces. Todo lo que sea invertir en educación, en investigación y en valores hará que el planeta esté mejor cuidado. Los niños entienden que hay que cuidar y respetar la naturaleza a la primera.