El cordobés que más partido ha sacado a su triunfo en La Voz está en capilla. Este viernes, día 8, se pone a la venta su nuevo disco, Antídoto, con el que espera saltar barreras musicales y triunfar también al otro lado del charco.

—¿Está listo para lo que viene?

—Pensar en llevar mi música lo más lejos posible siempre entró en mis planes. Latinoamérica es un mercado natural para la música en español y la verdad es que me apetece mucho que se me conozca también allá. Aquí es donde tengo que seguir creciendo, pero ese otro continente hay que trabajarlo también.

—¿No me diga que acabará haciendo también reguetón?

—No. Yo hago pop, música urbana con ese toque aflamencado que es mi sello, obviamente.

—Quien pierde los orígenes puede acabar muy perdido.

—Eso lo tengo clarísimo desde chico. Yo no olvido que vengo de Palma del Río, de la calle Belén. Mi pueblo me ha curtido mucho en lo musical, pero también me ha hecho la persona que soy hoy. Allí tengo a mis padres y mi casa y siempre que vuelvo me tomo una cerveza y unos caracoles en los bares de siempre y con la gente de siempre. Allí fui un niño muy feliz, que mamó el flamenco. Mi abuelo tocaba la guitarra, mi madre cantaba copla. En casa se escuchaba a Caracol, Valderrama, Camarón, la guitarra de Paco [de Lucía] y Vicente [Amigo].

—¿Sería un buen futbolista?

—No lo sé. Yo creo en el destino y en el mío se cruzó la música. Y hoy me doy cuenta más que nunca de que lo que verdaderamente quería hacer con mi vida era esto. He tenido la oportunidad de conocer a muchísimos músicos que, estando a un nivel muy importante, me han contado que han llegado ahí por casualidad. En mi caso, esto no es un trabajo. Yo quiero ser artista. Quiero hacer feliz a la gente, que mi música sea como terapia.

—Quedó segundo en Eurojúnior con 10 años. Después lo dejó hasta ‘La Voz’. ¿Aquella frenada fue necesaria?

—Sí. Fue gracias a mis padres y se lo agradezco. Querían que tuviera una infancia, que me preparase y después el tiempo diría. No se equivocaron. Hoy la música es lo más importante que tengo.

—Con este disco no quería repetirse. ¿Lo ha conseguido?

—Es un disco diferente, muy versátil, que se mueve por tierra de nadie, con un sonido muy mío. Ahora tengo la edad y las ganas de arriesgar. Y cuando las cosas se hacen con cariño y respeto y poniendo el corazón y al alma, no puede ir mal. Tengo muy presente al público y en todas las canciones trato de mandar un mensaje positivo. Es importante tener una personalidad y quererse para afrontar lo que venga.

—Estar el último año en Miami, en Buenos Aires, en Bogotá... ¿qué le ha aportado a su música?

—He querido trabajar con gente que admiro y que me aporta cosas diferentes. Quería abarcar más y experimentar. A veces donde está la locura está la clave y gracias a Dios yo tengo ahora los oídos más abiertos, más hechos. En este disco no hay una gran producción, pero sí pinceladas de por dónde va a ir mi música. Mi esencia está en el flamenco, pero tengo que salir de esa zona de confort y arriesgar.

—¿Y en sus altares también está Antonio Orozco?

—A Antonio lo llevo en mi corazón. Me abrió las puertas de este mundo. Apostó por mí y me ofreció su casa y su gente.