Antes de que Salma Hayek denunciara el miércoles públicamente con un artículo en ‘The New York Times’ el acoso sexual y la presión a los que le sometió el productor Harvey Weinstein, al menos 79 mujeres más habían alzado ya su voz, contribuyendo a retratar las agresiones y abusos del “monstruo” de Hollywood. Pero en la exposición de esta lacra cada una de las voces, cada una de las historias, cuenta. Y con su personal escrito, en el que Hayek asume que hasta ahora le había podido la “cobardía”, confiesa que se había "lavado el cerebro" a sí misma y reconoce había “eludido la responsabilidad” de pronunciarse “con la excusa de que ya había suficiente gente involucrada en poner los reflectores sobre ese monstruo personal”, la actriz mexicana se ha ganado numerosos aplausos y muestras de solidaridad.

“Gracias por compartir tu historia”, le ha escrito en Twitter la también actriz Jessica Chastain. “Tu voz es importante y necesitada ahora mismo. Estás creando un espacio para sanar mucho”.

“Fantástica, audaz, muy inteligente. Un orgullo para nuestro país”, ha dicho también en la red social su compatriota, la escritora Angeles Mastretta.

Para algunos el ensayo de Hayek ha sido revelador. Y entre ellos se cuenta uno de sus amigos, Antonio Banderas, al que precisamente la actriz enumera como uno de los “ángeles” que le ayudó a sacar adelante ‘Frida’ cuando Weinstein convirtió la producción de la película sobre Frida Kahlo en su instrumento de abuso. El malagueño se ha declarado “impactado y triste ante los terribles hechos que ha hecho públicos” la que define como “su querida amiga”. Y ha dicho también que “su integridad, su honestidad como mujer y como profesional” le hacen dar “absoluto crédito a sus palabras”, un mensaje que constata el silencio que Hayek ha reconocido que se autoimpuso en parte para protegerse “del desafío de explicarle varias cosas” a seres queridos.

Ahora todo el mundo sabe que, cuando Weinstein asumió la producción del proyecto, Hayek tuvo que decirle muchas veces que no: “No a abrirle la puerta a cualquier hora de la noche en hotel tras hotel (...). No a ducharme con él. No a dejarle que me viera ducharme. No a dejarle que me diera un masaje. No a que un amigo suyo, desnudo, me diera un masaje. No a dejarle que me hicera sexo oral. No a desnudarme junto con otra mujer”. También se sabe ya que el productor, en “un ataque de ira”, llegó a amenazarla con lo que Hayek describe como “las palabras más temibles”: “Te voy a matar, no creas que no puedo’”.

Abuso de poder

Pero el relato de Hayek abre las puertas también al mundo de las presiones profesionales y el abuso de poder que Weinstein empleaba cuando sus víctimas no se rendían y, como dice la actriz, terminaba el acoso sexual y empezaba “la ira”. En el caso de su acariciado proyecto, incluyó cumplir demandas casi inalcanzables (aunque la actriz consiguió superarlas) y solo permitirle “terminar el filme si acordaba tener una escena de sexo con otra mujer”, Ashley Judd, en la que “demandó que hubiera desnudez frontal total”.

Hayek, que ha detallado el ataque de ansiedad que sufrió al rodar la escena, asegura que tuvo claro que Weinstein no le dejaría nunca terminar la película sin cumplirle su fantasía, de algún modo u otro” y dice que “no había cómo negociar”. Y era un callejón sin salida que ha llevado al documentalista Michael Moore, otro de los que han usado Twitter para aplaudir el “poderoso” escrito de Hayek, a acusar a Weinstein con palabras mayores: “Obligarle a hacer esa escena se llama VIOLACIÓN”.

Otra de quienes han recomendado leer a Hayek y le han rendido homenaje por la denuncia pública ha sido la actriz Lupita Nyong’o, que también realizó sus propias acusaciones contra Weinstein. Algo más une a las dos intérpretes: son ante cuyas revelaciones los portavoces del productor han emitido los más contundentes comunicados negando las acusaciones. Hayek tiene sangre mexicana y libanesa. Nyong’o es keniana-mexicana.