En los últimos años ha sido uno de los presentadores más omnipresentes de la tele, y eso sin llegar a cansar. Porque vaya donde vaya, Arturo Valls (Valencia, 1975), con ese humor tan «gamberro-simpático» y su tendencia al histrionismo, acaba provocando escenas de lo más hilarantes. Y así es feliz, porque disfruta haciendo reír. Últimamente lo ha logrado en concursos como 'Splash!' y 'Tu cara me suena' y en los programas 'Los viernes al show' y 'Me resbala'. Desde el 2011 es el alma del concurso 'Ahora caigo' (A-3 TV).

'Ahora caigo' ha celebrado los 1.000 programas y la audiencia es lo único que no se ha precipitado por las famosas trampillas. No, no cae y eso es algo para celebrar, porque, hoy en día, con lo rápido que va todo, lo exigente que es el público y la cantidad de oferta y competencia que hay, llegar a 1.000 programas es un lujazo.

¿Cuál es la clave del éxito? El atractivo del presentador… Básicamente el color de mis ojos y la manera de moverme por el escenario (ríe).

Bromea, pero su carisma tiene mucho que ver. Hemos complementado bien el formato y el presentador, sí. Y, al principio, ver caer al que fallaba era una gran novedad, muy sorprendente; ahora se han creado unas coletillas y formas que el espectador fiel agradece. Porque al ser un programa diario y que lleva tanto tiempo en antena, hay unos referentes que la gente ya se sabe, como lo de la gallina ponedora; Vicente, que es quien está al final de la trampilla; la cancioncita... Además, este programa hace mucha compañía y esto es algo que me gusta mucho. La de gente mayor que me dice: «No sabes lo que nos acompaña este programa. Lo bien que nos hace pasar la tarde de invierno».

La gente es un poquito sádica. Totalmente. Ver caer al personal, el sufrimiento ajeno, siempre parece gustarles. Cuando a veces ves a un concursante que se atasca o tiene un fallo estrepitoso y, entonces, haces un poquito de sangre, leña del árbol caído, luego piensas: ¡ay, no! Pero la gente en la calle te dice: «Tú mételes caña, que me parto de risa». Te agradecen precisamente eso. No obstante, hay que medir para no ser muy bestia.

No llegar nunca a la crueldad, ¿no? Es hacerlo así, como con vaselina, para que entre. Ya pasaba en Caiga quien caiga. Fíjese que es un verbo que me acompaña a lo largo de los programas: Caiga quien caiga, Ahora caigo... Y Me resbala... Son todos de caídas. Ahí también pasaba. Cuando hacías la pregunta incómoda, la formulabas de tal manera o con una sonrisa y, aunque parecía que no, le estabas dando una colleja al entrevistado de turno. Y aquí a veces pasa. Yo creo que ese punto gamberro-simpático gusta.

Triunfan programas con concursantes que caen por un agujero o a quienes les explota una bomba con pintura en la cara. ¿Son masocas o es que van a por todas? Por el hecho de venir a la tele y participar en un concurso ya te prestas a todo: vas a favor de obra y todo te viene bien. Vienes un poco pensando en el circo. Pero aquí cada vez más hay gente que se nos va de las manos. Porque, al principio, venía uno diciendo: «¿Puedo cantar?» Y le decías: «Sí, canta». Pero últimamente te dicen: «Hola, soy trapecista, ¿puedo lanzarme?» (ríe) O: «Hago cosas con las orejas…». A veces debemos recordar que estamos en un concurso. Me preguntaba antes porqué funciona Ahora caigo. Porque hay un montón de alicientes: no solo la pregunta-respuesta o el dinero que se lleve el concursante, sino que una señora se pueda poner a cantar o a hacer gimnasia rítmica con el presentador al lado. Y estos momentos de cháchara y de show se animan y, a veces, en medio de este circo, recuerdas: ¡que tenemos que hacer unas preguntas!

Los concursantes son muy generosos, pero usted también. No tiene problema en disfrazarse, en contar chistes malísimos…. Ninguno. Mi vocación, más allá del periodismo, que fue la inicial, es la de entretener al personal. Yo pronto me di cuenta de que lo que me gustaba era eso. Ya fuera en clase, cuando era pequeño; en una reunión familiar o con amigos en una fiesta. Aunque sin ser el gracioso de turno, ¿eh?, porque si no eres un poco pesado. Pero siempre me ha gustado ver a la gente disfrutar. Y esa generosidad siempre la he tenido, por supuesto. Eso de que la gente se lo pase bomba durante una hora para mí es lo mejor.

Y usted parece disfrutar. Sí. A veces te sientes mal, porque piensas: «¡Jo, que me tengan que pagar por esto, que me lo estoy pasando tan bien...!».

Necesitamos mucho reír…Sí, ese es el mayor premio y un lujazo: lograrlo tanto con gente que sufre la crisis económica como quien se encuentra en el hospital.

¿Un concursante que recuerde? Uno de Valencia que se permitía el lujo de contar chistes mientras respondía. El tío le echó morro y estuvo todo el tiempo supertranquilo.

¿No siente pena por ellos? Sí, porque vienen con toda la ilusión para comprarse algo o hacer un viaje. Y, luego, hay quien tiene más necesidad de lo que confiesa. Dice que quiere cambiar de coche y lo que quiere es llenar la nevera. Y hay otros que piensas que cómo es que se presentan. ¡Si ves en casa que no aciertas ni una, ni lo intentes!

¿Se les ha lastimado algún concursante al caer por la trampilla? Alguien se hizo daño muy al principio. Cuando se ve a una persona con mucho sobrepeso o muy sedentaria, se le hacen unas pruebas previas.

¿A quién tiraría por el agujero? ¡Uy, a tanta gente...! No tendría sitio allí abajo. Porque estamos en un momento que hay una obsesión por la codicia y un abuso de poder. Hay gente que pierde el norte, que quiere ganar más cuando no hace falta tanto. Hace poco salió que en un deporte tan noble y elegante como el tenis apañaban partidos. Queremos más y más. ¿Para qué?

¿Y cuánto tiempo se ve usted despeñando a la gente? Yo estaría 1.000 programas más, por lo menos. Porque estoy muy a gusto . Hay poca presión. No tienes que estudiarte un guion exhausto, Va solo. Tengo un cheque en blanco para hacer el tonto; tengo libertad y barra libre para la idiotez...

Y para el trasvestismo. Claro, las pelucas y demás. Mientras lo pueda ir combinando con proyectos de interpretación y cositas más tranquilas...

Por cierto, ¿ha superado su hijo el verle de mujer en la tele? Yo creo que ya va entendiendo que papá es el 'show'. Que esto es para divertirse y divertirnos todos.

Ahora hasta presumirá. Va a etapas. A veces se avergüenza cuando los niños dicen: «¡Mira, el de la tele!» y otras saca pecho; se le ve orgulloso. Depende del día. O del disfraz de la noche anterior... (ríe)

¿Cómo lleva que digan que esta edición de 'Tu cara me suena' fue la mejor? Tenían motivos para decirlo, pero como la segunda, la mía, ninguna (ríe). Es broma, pero lo que es un hecho es que esta edición ha sido un revulsivo. Se decide hacer una apuesta arriesgada en viernes y sale fenomenal. Estoy contentísimo de que funcione el entretenimiento y el 'show' blanco. Siempre es mejor que las entrañas.

Era día tabú. Ustedes intentaron romperlo con 'Los viernes al show'. Lo hemos intentado varias veces, porque había una oferta muy sólida ese día y la gente es animal de costumbres. Ahora se ha visto que se puede hacer entretenimiento puro y duro y blanco que funciona. Y Tu cara... es eso: un programa para ver en familia. Es un éxito, porque siempre nos va a hacer mejor personas.

¿Y qué pasó con 'Los viernes...'? A veces hay proyectos que no acaban de cuajar, aunque estén todos los mimbres. Son estas cosas del 'show business'. No sabes la razón. Porque lo tienes todo: un buen formato, una buena iluminación…

Buenos presentadores… Los mejores, los más atractivos del panorama… (ríe). Buenos entrevistados... Pero son fórmulas que en ese momento no tocan.

En 'Los tres cerditos', de la serie 'Cuéntame un cuento' (A-3 TV), hacía drama. ¿A la gente le choca? Es una cuestión de prejuicios. La gente espera que cuentes un chiste o tires a alguien por un agujero. Pero tampoco te puedes dar golpes contra la pared por ello. ¿Si seguiré haciendo drama? Sí, pero no necesito demostrar nada. Vendrá un día un papel distinto y l a gente se quitará la visión del cómico y cachondo.

Recuerdo su gran interpretación dramática en el filme 'Ocho citas'. Estuvo muy bien, sí. Pues tiene que esperarse a ver 'Los del túnel', la película que he producido y protagonizado, en la que hay un personaje que va a provocar comedia a partir del drama que sufre. Esta fórmula a mí me parece maravillosa. Es de los guionistas de 'Camera café'. Colocamos a una especie de Jesús Quesada, el comercial de esa serie, sufriendo la crisis de los 40. Mucha gente se verá reflejada.

Apostar por el cine y producir en estos tiempos es muy valiente... Eso es lo que nos mueve: la locura.

Oiga, usted iba para periodista, pero lo dejó. ¿No se arrepiente? Igual casi mejor estar justamente en el otro lado, intentando hacer reír a la gente para que olvide el momento que vivimos. O, mejor dicho, cómo es la condición humana. Porque situaciones como las de ahora -abusos de poder, corrupción, injusticias...- siempre ha habido. Pero sí, el papel del bufón me ha tocado a mí y lo hago con placer.