La inteligencia emocional tiene como propósito enseñarnos a comprender nuestras emociones y poderlas gestionar de la forma más correcta. El mayor reto aparece cuando se pone el foco en las emociones negativas, las cuales puede ser desbordantes y paralizantes cuando la persona no sabe cómo enfrentarse a ellas. Entre estas emociones encontramos el miedo, un reflejo que puede condicionar áreas de nuestra vida y llevarnos hasta el aislamiento o la ansiedad elevada, sin ser necesario que exista una fobia para ello.

El miedo se caracteriza por una sensación de alerta que nos avisa de un posible peligro. Gracias a ello podemos sobrevivir y desarrollarnos. Es fruto de la evolución y la base indispensable de la supervivencia. Sin embargo, este miedo que parece salvaguardarnos también puede generar malestar cuando está asociado a algo que realmente no es una amenaza. Nos puede paralizar y hacer que sintamos estrés elevado y continuado en el tiempo. Para evitar los problemas que conllevaría, debemos aprender a gestionarlo.

GESTIONA EL MIEDO

Toda emoción es útil para poder relacionarnos con los demás, con el medio y con nosotros mismos. Aunque no hay emociones buenas o malas, sí hay una tendencia a categorizarlas en positivas o negativas según aquello que nos hacen sentir. El miedo, al tratarse de algo que nos crea malestar, se categorizaría como negativa. Tiene su utilidad cuando es entendida, manejada y no se eleva en exceso. Sin embargo, esto no siempre es posible y puede llegar a causarnos problemas emocionales y de relaciones.

Si tenemos en cuentas las siguientes pautas, podremos saber cómo gestionar el miedo para que no pierda su utilidad:

1. Aliado

El primer paso es reconocer esa emoción como una verdadera aliada, con su función cognitiva y física. Nos ayuda a mirarla con otros ojos y cambiar la percepción. El miedo informa sobre una situación en la que hay un riesgo y sobre la posibilidad de no contar con los recursos necesarios para enfrentarlo. Por tanto, nos ayuda a ver un punto de la realidad importante para nosotros mismos y nuestra seguridad.

2. Evalúa la realidad

Una vez que has identificado que estás sintiendo miedo, debes evaluar si se trata de un sentimiento adecuado a la realidad o si podemos estar sintiéndolo desmesuradamente. Si vemos que es real, tenemos que encontrar las herramientas que nos ayuden a enfrentarlo y donde podamos sentirnos cómodos. Si este miedo no fuera real, debemos cambiar la percepción y buscar qué emoción sí sería la adecuada sentir. Siempre es más fácil manejar la emoción real que una que se encuentra ante el estímulo inadecuado.

3. Actúa en tu cuerpo

El miedo conlleva activación corporal, con síntomas muy similares a los de la ansiedad. Sudoración, elevación del ritmo cardiaco o respiración acelerada se encuentran entre las características del miedo. Para poder manejarlo, debemos poder influir sobre nuestro cuerpo y lograr su calma. Lo más rápido y efectivo es utilizar la respiración diafragmática, la cual funciona en pocos minutos.

4. Actúa en tu mente

Aunque el pensamiento es más difícil de controlar, también puede llegar a hacerse. Sí lleva más tiempo y es necesaria que haya un nivel de concentración. La meditación puede ayudarnos en ese instante, tanto si es por nuestra cuenta como si es a través de un audio o vídeo.

Cuando sentimos miedo, podemos ver que ciertas áreas de nuestra vida se ven perjudicadas. Este miedo nos condiciona, nos hace evitar el contacto social o quedarnos sin buscar nuevos retos. Siempre y cuando no se trate de una fobia, podemos aprender a manejarlo de forma efectiva si nos guiamos por ciertas pautas.