En mitad de la dura tarea de promoción de Dolor y gloria en su carrera al Oscar, Antonio Banderas halla unos minutos de rutina física con la que prepararse para el inminente estreno de A chorus line. El emblemático musical de Broadway, creado por Michael Bennet y galardonado con nueve premios Tony, es la obra elegida para el estreno, mañana, del Teatro del Soho Caixabank Málaga, el recinto cultural con el que el actor malagueño aspira a romper el eje cultural Madrid-Barcelona y consolidarse como promotor artístico.

El sueño de su vida, según ha dicho en multitud de ocasiones, cuyo trayecto le ha hecho «derramar muchas lágrimas». Y los paisanos de Banderas parecen reconocérselo incluso sin verlo, dado que se han vendido ya más de 33.000 entradas. Tras las funciones en Málaga, este A chorus line en español iniciará en febrero una gira por Bilbao, Barcelona, Madrid y EEUU. La obra cuenta precisamente la historia de un grupo de bailarines de Broadway que aspiran a un lugar en la línea del coro.

Es una invitación al trabajo duro para los estudiantes de artes escénicas, y a que sean conscientes de que, como decía la famosa serie de los 80, la fama cuesta y no todos podrán alcanzarla. Para ponerla en marcha, Banderas cuenta con Baayork Lee, coreógrafa y codirectora artística a quien el propio Bennet encargó la tarea de mantener el espíritu del libreto estrenado en 1975. Junto a Lee, que participó en la pieza original interpretándose a sí misma, estarán Arturo Díez Boscovich, director musical al frente de una pequeña orquesta de 17 personas, y John Breglio, uno de los productores primigenios que repite tarea aquí junto a Banderas.

El actor malagueño no solo será coproductor. Se encarga junto a Lee de la dirección artística, y dará vida además a Zach, el personaje principal y alter ego de Bennet: el exigente director y coreógrafo que pone firmes a los cantantes, actores y bailarines durante los ensayos previos a un gran estreno. Ese elenco lo conforman una treintena de intérpretes, entre los que destaca el también malagueño Pablo Puyol, conocido por sus trabajos en musicales y series de televisión y que tomará el testigo de Banderas cuando este se ausente.

«Es lo más importante que he hecho jamás, incluido Hollywood, pero no es una tumba, es una cuna donde vamos a criar a un niño precioso», destacó Banderas. A sus 59 años, acumula cuatro décadas de exitosa carrera, pero nunca ocultó su doble anhelo: dedicarse a la promoción artística y, de paso, hacerlo desde su tierra. Lo intentó en el 2017, pero tras ganar el concurso de ideas convocado por el ayuntamiento (PP) para aprovechar una jugosa parcela de titularidad municipal, abandonó dolido por las críticas de dedazo de la oposición.

Escaldado, Banderas buscó un lugar donde retomar su proyecto solo mediante iniciativa privada. Lo encontró en el antiguo Teatro Alameda, donde tras una inversión de 2,3 millones de euros pudo montar su «centro de producción de teatro» que, bajo la batuta de Lluís Pasqual, compaginará espectáculos con enseñanza. «El impulso final llega cuando tengo un ataque al corazón y me doy cuenta de que nos morimos. El dinero en el banco no es más que un proceso intelectual maquiavélico, pero un teatro tiene el disfrute de poder hacer lo que amas, y eso no tiene precio».