La arrolladora personalidad de Bárbara Lennie (Madrid, 1984) impregna todos los papeles en los que se sumerge. Después de su enigmática y torturada interpretación en 'Magical Girl' ahora cambia de registro y nos muestra su lado más tangible y cercano en 'María y los demás', en la que encarna a una mujer de su tiempo que ha de enfrentarse a las presiones que impone la sociedad una vez alcanzada la treintena.

¿Qué aspectos te interesaron más a la hora de abordar su personaje en María y los demás?

La forma en la que Nely Reguera, la directora, retrataba la crisis personal en la que se encuentra sumida esta mujer. Me recordaba a una serie de cosas que yo había vivido y que veía en mi círculo cercano y que tienen que ver con una especie de desconcierto general que se puede palpar a nuestro alrededor.

¿Cree que se trata entonces de una película generacional?

Nunca se habló de eso. Quizás son lecturas que se hacen a posteriori. Supongo que hay películas que tienen la capacidad de captar un determinado estado dentro un tiempo concreto. Sí es cierto que conecta con una sensación que percibo en mi generación, de que vamos a destiempo, que nos está costando crecer y madurar, quizás porque hemos vivido en un estado de bienestar hasta hace muy poco y ahora nos sentimos desprotegidos. Nuestro presente no es como pensábamos que sería y andamos bastante perdidos.

La película aborda toda una serie de presiones a las que parece que estemos sometidas las mujeres a una determinada edad.

Supuestamente no estamos respondiendo al modelo canónico que dicta la sociedad: tener pareja, hijos, y alcanzar una estabilidad económica y profesional. Todo eso se ha derrumbado, pero al mismo tiempo parece que si no se tiene, no se puede ser feliz. La única manera de cambiar es a través de la libertad individual a la hora de elegir lo que uno quiere en la vida. Ya no hay un modelo tan claro de mujer, por suerte.

Estamos acostumbrados a verla en papeles de mujeres fuertes, sin embargo, María es insegura y muy frágil.

Eso me encanta. Porque es la manera que tenemos de empatizar con ella. Detrás de toda esa armadura que se construido, es hipersensible. Lo interesante es que a pesar de sus pequeños dramas internos, la película aborda su estado a través de un matiz cómico que en el fondo sirve para quitarle hierro al asunto.

Es la primera vez que trabaja a las órdenes de una mujer. ¿Ha notado alguna diferencia a la hora de acercarse a la sensibilidad femenina?

Es una película escrita, dirigida, producida e interpretada por mujeres. Hay muchas feminidades juntas, muy diferentes, porque todas somos distintas y eso está en la película. Los vínculos creativos que se establecen se asemejan al enamoramiento porque estás compartiendo algo muy personal, porque como artista te estás entregando a un director. Y cuando la que está enfrente es una mujer, hay un entendimiento, una mirada, que para mí ha sido muy importante. Pero hay que superar la etapa de que trabajar con una directora sea algo sorprendente, es necesario normalizar esa cuestión de una vez por todas.

Este año ha sido ha sido especialmente escaso en papeles femeninos predominantes. ¿Le cuesta encontrar personajes con enjundia como el de María?

Sí, es cierto. Este año han dominado los repartos masculinos. Agustín Díaz Yanes, con el que he trabajado en Oro me decía que no estamos siendo capaces de escribir a la altura de las actrices de este país. Es muy difícil encontrar personajes femeninos potentes. Yo he tenido suerte, tengo dos proyectos, uno con Jaime Rosales y otro con Ramón Salazar (producido por Zeta Cinema) que apuestan por la mujer. Pero habría que animar al mundo creativo a que esto cambie, porque está un poco desigual el panorama, por decirlo suavemente.

Su carrera se ha caracterizado por apostar por talentos jóvenes. ¿Qué le aporta esa mirada nueva que tienen?

Es un privilegio poder acompañar a un cineasta que empieza, como me ha ocurrido con Nely o Vermut. Es gente que tiene mucha pasión por la película que está haciendo, y estás de alguna forma acompañándoles en su sueño. Pero también es muy estimulante de pronto cambiar y estar en manos de alguien que lleva cuarenta años en la profesión. A veces la diferencia no es tan grande, porque la gente que hace cine, en general, tiene algo que trasciende la edad.