Calvin Klein encoge. La firma estadounidense que fundó un judío del Bronx en 1968 ha tenido grandes momentos de gloria, pero ahora le toca replegarse y reducir costes, por ejemplo haciendo calzoncillos, ropa deportiva, tejanos y colonia, que son sus apuestas más seguras y longevas. Los números no le acompañan y no es momento de arriesgar, tampoco de vender ropa cara, así que ha dejado de lado la presentación de sus colecciones de ropa para hombre y mujer en pasarela. La casa de moda fue una de las grandes ausentes en febrero en la Fashion Week de Nueva York, un acontecimiento en el que participaba desde 1994. Y el buque insignia de la marca en Manhattan, la boutique del 654 de Madison Avenue, con arquitectura de John Pawson y donde vendía sus colecciones de lujo, ya ha echado el cierre. Nadie ha sustituido al diseñador belga Ralf Simons desde diciembre. Y se han finiquitado sus colecciones. Eso ha supuesto el despido de 50 empleados en la oficina neoyorquina y el cierre de la oficina de Milán donde trabajaban otras 50 personas.