Su ópera prima, '10.000 Km' (2014), fue una de las películas más celebradas del cine español reciente. En su segunda película, 'Tierra firme', el barcelonés vuelve a contar una historia conyugal heterodoxa: la de dos mujeres (Natalia Tena y Oona Chaplin) que deciden tener un hijo juntas, y que para ello implican al mejor amigo de una de ellas (David Verdaguer). Este viernes inaugura el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

En '10.000 Km' retrató una relación de pareja a distancia, y ahora en 'Tierra firme' habla de tres personas que quieren compartir un hijo. Está claro que le interesan las fórmulas conyugales poco convencionales. Es cierto, pero debo decir que no es algo planificado. 'Tierra firme' nació a partir del tipo de duda que a todos nos asalta al llegar a cierta edad: tener hijos o no tenerlos. Mis parejas de amigos heterosexuales acaban quedándose embarazadas por accidente, pero en las parejas homosexuales la cosa es distinta: tienen que hacer una reflexión al respecto. Y el tema principal de mi película es precisamente esa reflexión. Por tanto, es lógico que mis protagonistas sean una pareja homosexual. Pero no es una película sobre la homosexualidad.

Después de verla, no queda claro si el ser humano está hecho para vivir en pareja. Cierto, pero tampoco creo que sea una película pesimista al respecto. Está claro que compartir tu vida con otra persona es algo extremadamente complicado. A los seres humanos nos han educado para que cultivemos el yo, para que colmemos nuestros deseos y necesidades personales y nos realicemos como individuos, y por tanto quizá estemos incapacitados para vivir en pareja. Somos seres esencialmente egoístas.

¿Qué desafíos específicos le planteó retratar a una pareja lesbiana? Quise huir de la típica mirada viril al lesbianismo, como la que por ejemplo ofrecía 'La vida de Adèle' (2013). Mi película nació en parte cuando mi mejor amiga, que es lesbiana, se casó y se le planteó el dilema: ¿qué vamos a hacer si queremos tener un hijo? Yo tengo muchas amigas lesbianas, y de hecho coescribí la película con una de ellas, Jules Nurrish, que es una vieja compañera de la universidad. No creo que me hubiera atrevido a escribirla yo solo.

Junto con '10.000 Km', parece componer un díptico sobre la juventud emigrada. De nuevo, no es premeditado. Y de hecho ahora estoy trabajando en una nueva película que transcurrirá en Barcelona. '10.000 Km' estaba ambientada en parte en Los Ángeles porque allí era donde vivía en esa época. Por lo que respecta a 'Tierra firme', intentamos rodarla en otros lugares pero las posibilidades dramáticas que me ofrecían los canales londinenses eran insustituibles. Supongo que mi cine es producto del mundo globalizado en el que vivimos. Ya no pertenecemos a un solo sitio, y eso es muy bonito pero tiene un reverso desagradable. Ahora he vuelto a vivir a Barcelona y experimento la riada constante de turistas. La ciudad está literalmente rebosante de gente. Ha perdido un poco su encanto.

Tras el éxito de '10.000 Km', ¿no estuvo tentado de hacer una película de gran presupuesto y con un reparto estelar? Hay algún proyecto en Estados Unidos al que estoy atento. Estoy seguro de que me divertiría muchísimo pasar tres meses en Nueva York haciendo una película de encargo. Me encanta rodar, me lo paso de miedo. No es que me intente comparar con nadie, pero grandes autores como John Ford y Jean Renoir rodaron muchas películas de encargo. Pero no quiero hacerlo a cualquier precio; hay que encontrar el proyecto adecuado.

Su primera película hablaba de la necesidad de comunicación, y la segunda habla de la de llegar a acuerdos. Ambas cosas son muy aconsejables estos días. Sí. Quizá el cine sirva para crear puentes, y para que nos escuchemos un poco los unos a los otros. Hace falta entenderse.

¿Quiere compartir su opinión acerca de lo que está pasando? Si de mí dependiera, derrumbaría el muro de Ceuta e instalaría el anarquismo libertario, pero por suerte solo me dedico a hacer películas. Podría decir muchas cosas pero prefiero ser un poco cauteloso. Solo diré que soy incapaz de entender cómo es posible que las cosas hayan llegado a tal punto de chaladura. Si hace tres años hubieran hecho el referéndum, habría ganado el no y el problema se habría resuelto. Me sorprende que el Gobierno central no haya sido más inteligente.