En el primer domingo de mayo Castellón se volcó por completo en su fiesta grande de la Mare de Déu del Lledó. La imagen de la virgen más castellonera salió al encuentro de los fieles en una jornada de júbilo y emoción. Castellón a los pies de un icono de misericordia y de perdón, de la madre en el cielo e intercesora de los que sufren.

Con el perfume del azahar impregnándolo todo, la basílica lledonera se convertía en un reguero de fieles para poder estar con la patrona, bajada desde el camarín por parte del Perot de este año, Sergio Renau, para depositarla en la peana procesional con los hermosos ángeles surgidos de la gubia de Viciano, para encontrarse con su pueblo, un año más.

La pasión mariana reunió a representaciones de cofradías, colectivos festeros y culturales de la ciudad, así como a la practica totalidad de la corporación municipal que, en el tramo civil del cortejo, estaba encabezado por la alcaldesa, Amparo Marco. La Banda Municipal, con sus marchas procesionales, cerraba el desfile.

Mientras, los fieles no dejaban de mostrar su veneración máxima a la reina y señora de la Plana, en un alarde de religiosidad popular y esperanza de una de las señas de identidad del Castellón eterno. Y, como ya es tradicional, la Pontifical de la mañana prologó una jornada hermosa, de oraciones y flores.