La cita de Chanel en el Gran Palais es uno de los momentos más bestias que depara siempre la Semana de la Moda de París, un tinglado en apariencia frívolo pero que mueve una industria, la del lujo, que saca pecho en tiempo de crisis. Y orquestándolo todo, detras de sus gafas y su sempiterna vestimenta negra, está Karld Lagerfeld, el director creativo de Chanel, un hombre que no da puntada sin hilo y que esta vez ha transformado el interior del Gran Palais en un enorme ordenador, un espacio 'Big Data' con sus cables conectados y sus pantallas.

Una modelo abrió el desfile semidisfrazada, con un clásico traje negro en 'tweed', el tejido estrella de la casa, con la cara y las extremidades cubiertas con una armadura metálica blanca similar a los soldados del Imperio en la saga 'Star Wars'. Chanel desfía al futuro y quiere llevar el 'tweed' hacia un público más joven, capaz de pagar lo que cuestan estas prendas, que no son baratas.

En el desfile las pantallas se iluminaban en un escenario futurista para una línea primaveral que apostó por prendas de lencería con un toque urbano, casi rapero. Las gorras fueron el accesorio estrella, acompañando cada uno de los 'looks', que se llevan de lado en brillantes verdes, también con impresiones gráficas o con el famoso ' tweed de la firma que para esta temporada se mezcla con líneas flúor en relieve e incluso lentejuelas.

Sentados en primera fila de esta fiesta futurista no faltaron la actrizLily-Rose Depp, hija del actor Johnny Depp y Vanesa Paradis, y la cantante y actriz Courtney Love.También el cantante Usher y el tenista Roger Federer, que se sentó junto a la directora de Vogue USA, Anne Wintour.