La queja aparece como un discurso dirigido al resto o a nosotros mismos con la intención de expresar el malestar o el sufrimiento, pero también la disconformidad hacia algo o alguien. Por un lado, tiene una función de atención y apoyo, y, por otro, cuando no tiene un propósito, acaba produciendo gran malestar en quien la produce y en quien la recibe.

A medida que vamos acumulando experiencias, la forma de la queja y la función que tiene para nosotros se va moldeando. Se adquiere por diversas razones, como base de tema de conversación, para reclamar la atención o por una tendencia al pesimismo y la ausencia de empatía.

CONSECUENCIAS DE LA QUEJA

La queja tiene una función personal y social, que rebasado el límite acaba trayendo numerosas consecuencias negativas. La persona que la emite acaba usando esa estrategia en exceso y pierde cualquier beneficio que pueda haber.

Algunas de las consecuencias del exceso de queja son:

Aumento de la pasividad y falta de acción.

Estado de ánimo negativo, tanto en quien la produce como en quien la escucha.

Situaciones sociales incómodas.

Falta de iniciativa a la hora de encontrar soluciones a los problemas.

Mayores síntomas de estrés, ansiedad o depresión.

BENEFICIOS DE LA QUEJA

Si logramos encontrar el equilibrio entre el silencio y la queja excesiva, llegaremos a un punto donde lograremos alcanzar ciertos beneficios que nos empujen a la acción y a la resolución del problema que lo está originando.

¿Qué beneficios tiene la queja positiva?

Mayor facilidad para asumir responsabilidad.

Aceptar que algo no funciona correctamente.

Buscar mayores y mejores soluciones.

Expresar nuestras emociones negativas.

Descarga física y mental.

DEJA DE QUEJARTE

El exceso de queja acarrea graves consecuencias a nivel social, laboral, familiar y personal de todo aquel que lo emite. Bloquea la acción y nos mantiene aferrados a aquello que nos hace daño. No salimos de la situación, expresamos que no queremos estar ahí y no hacemos nada al respecto.

Una vez que hemos visto que vivimos con un exceso de queja, podemos utilizar las siguientes estrategias para dejar de hacerlo:

1. Reformúlala

Muchas de nuestras quejas obedecen a situaciones reales que no están bien. Por lo tanto, si hay un motivo para expresar el descontento y se puede aprovechar para mejorar. Para ello, coge la queja y busca la manera de reformularla en forma de solución.

Por ejemplo, la queja puede referirse al bajo sueldo que recibes. Si lo reformulas, tal vez lo puedas orientar a ver qué te falta para que haya un aumento de sueldo, como una formación extra que necesites.

2. Acéptalo

Si partimos de la situación anterior, algunas veces no podemos hacer nada para cambiar la situación. En ese caso, lo contrario y más positivo a la queja sería la aceptación. Parto de una situación sobre la que no tengo control, pero la acepto y cambio mi actitud hacia ello. Suelto lo que me hace daño y dejo de quejarme.

3. Cambia el foco

Hay una tercera situación que se pueda dar, y es que no siempre hay motivos reales para quejarnos. La queja aparece por aburrimiento, como excusa para tener un tema de conversación o como forma de llamar la atención del resto. Este tipo es el que más daño puede hacer en la persona que la expresa. Para ello, cambia el foco cada día en el momento en el que te escuches hablando mal de algo, y mueve el discurso o tu visión hacia cosas positivas que sí haya sobre la situación que estés planteando.

La práctica acaba llevando a la consolidación del hábito. La queja ha sido forjada como parte de una persona a lo largo de la experiencia y los años. Reducirla o eliminarla es cuestión de tiempo y de usar ciertas estrategias que nos sirvan de apoyo. De esta forma podremos orientarnos a trabajar por las cosas que sí podemos cambiar y que nos lleven al desarrollo.