Buena parte de Norteamérica contra una mujer. Meng Wanzhou, heredera del titán tecnológico Huawei, compareció después de cinco meses ante el tribunal canadiense que decidirá sobre la solicitud de extradición estadounidense. Lo hizo llevando con despreocupada elegancia la aparatosa tobillera electrónica que fiscaliza sus movimientos desde que le fue concedida la libertad condicional. Es recomendable que se acostumbre a ella porque los analistas no prevén un fallo antes de finales del próximo año.

DISTINTAS VIsiONES / La historia permite interpretaciones opuestas. Según Washington, Meng violó el embargo impuesto a Irán transfiriéndole equipos tecnológicos a través de compañías filiales de Huawei. Según Pekín, Meng es una Juana de Arco empujada a la pira de la fragorosa guerra comercial que libran las dos grandes potencias. Y las insinuaciones de Donald Trump sobre un enjuague que beneficie los intereses estadounidenses apuntalan la segunda versión.

Se discute ahora si los derechos civiles de Meng fueron violados durante su detención en diciembre en el aeropuerto de Vancouver porque, alegan sus abogados, fue interrogada «bajo la apariencia de un procedimiento rutinario» para extraerle información y tardaron tres horas en comunicarle los motivos reales. Para entonces ya había entregado su ordenador y móviles.

Es una de tantas cuestiones farragosas que engordarán el proceso. Su primer efecto ha sido sacar a la egregia empresaria de su invisibilidad. Pocos sabían el pasado año que era la hija del célebre Ren Zhengfei, fundador y presidente de Huawei, y esta semana agradecía desde las redes sociales el apoyo popular recibido. «Es la luz que brilla en mi corazón en estos tiempos de lluvias y tormentas», aclaró.

Meng también disfrutó del anonimato entre la nutrida comunidad china en Canadá. Ahí vivió durante largas temporadas hasta que regresó en el 2009 a China para involucrarse en la dirección de Huawei. El proceso ha alumbrado sus zonas biográficas más desconocidas. Se sabe que posee dos mansiones en Vancouver por un valor conjunto de más de 16 millones de dólares. Que superó un cáncer de tiroides, sufre hipertensión y problemas de sueño. Que se ha casado dos veces y tiene cuatro hijos de entre 10 y 20 años. Y que viaja con siete pasaportes, cuatro chinos y tres hongkoneses, lo que cuesta comprender porque Pekín prohíbe la duplicidad.

Meng, de 47 años, fue la duodécima ejecutiva china más poderosa en la lista Forbes en el 2018. Se la conoce indistintamente como Meng, Cathy o Sabrina. A los 16 años adoptó el apellido materno, una decisión casi subversiva en la patriarcal sociedad china. Entró en la empresa como recepcionista y fue escalando a medida que sumaba títulos académicos hasta dirigir áreas enjundiosas como la expansión internacional y la gestión de información interna.

No le faltan visión, carácter ni conocimientos, acreditan sus conocidos.