John McAfee (Gran Bretaña, 1945) nos da la bienvenida desde el encabezado de su perfil de Twitter con una mirada mística, una sonrisa tunante y las palmas de las manos elevadas hacia el cielo, redentoras. Viste aura empírea y una chapa malhablada en la solapa ("F*ck off", reza). Detrás, una bandera estadounidense y, volando, palomas blancas. Abajo, la imagen del personaje de manga Joseph Joestar, un superviviente que bate a enemigos físicamente más fuertes que él gracias a su valor y astucia (y con el que McAffe se siente identificado, deducimos).

"Iconoclasta. Amante de las mujeres, de la aventura y del misterio. Fundador del antivirus McAfee", se presenta este matemático y programador nacido en Inglaterra y criado en Virginia que, tras trabajar un par de años en la Nasa, desarrolló a finales de los 80 el célebre antivirus bautizado con su apellido que le reportó ganancias colosales y le convirtió en la peor pesadilla de gusanos y bombas del tiempo (digitales). No esperó mucho, sin embargo, para abandonar aquella empresa (la cual hoy sigue, sin él, entre las primeras del sector de ciberseguridad) y protagonizar los proyectos más variopintos: desde publicación de libros de yoga, a fabricación de medicamentos o comercio de criptomonedas. Y todo ello alternado por una cascada de escándalos, titulares y generación de pasiones y aversiones.

Proclamas incendiarias y chascarrillos

Ni siquiera su detención este sábado en el aeropuerto de El Prat, la cual se ha producido en virtud de una petición de la justicia estadounidense que le acusa de delitos fiscales millonarios, ha logrado acallar sus redes, siempre dispuestas a emitir proclamas incendiarias y chascarrillos ante miles de seguidores que le veneran como a un dios del 'emprendimiento', un profeta de bitcoins, y un opinador libre e indómito.

Esta vez ha sido un retuit de su mujer, Janice McAfee, el que ha roto el reposo de su muro social ante la imposibilidad de que él se dirigiera directamente a sus 'followers' (actualmente, permanece en prisión preventiva en Barcelona, en la cárcel de Brians, mientras se tramita su orden de extradición): "Desgraciadamente, lo que se ha dicho, es verdad. John ha sido detenido en España. () Quiere que os de las gracias (...). Desde que dejamos EEUU, vuestro apoyo ha sido importantísimo, el saber que hay todavía gente por todas partes que cree en la libertad", comienza el mensaje, que ni afirma ni niega que el fundador de McAfee sea culpable o no de los cargos que se le imputan ya que, según su esposa, no es de lo que hay que hablar.

"Al margen de lo que John pueda o no haber hecho, ha pasado gran parte de su retiro luchando no solo por su libertad, sino por la de todos, en América y a lo largo del planeta (...). Ahora, más que nunca, necesita vuestro respaldo en esta batalla contra la injusticia", insiste.

También John es proclive a apelar a esas "justicia" y "libertad" que, en sus labios, adquieren un matiz singular y periférico. Especialmente cuando se fotografía en un yate armado hasta los dientes; cuando asesora desde el consultorio que ha habilitado en su web sobre cómo engañar a tu pareja sin que esta se entere, cuando presume de que no ha pagado ni un solo céntimo al fisco en los últimos ocho años y, sobre todo, cuando retuitea las capturas de informativos y programas que hacen referencia a las muchas denuncias que han recaído sobre él en los últimos años algunas, gravísimas y de las que, por ahora, ha salido prácticamente indemne.

Estupefacientes y quizá un asesinato

Por ejemplo, la que motivó su huida de Belice en el 2012, donde se había instalado después de que la crisis económica en el 2009 hubiera diezmado sus ingresos. Varios medios afirman que John abandonó aquel país tras ser acusado de un delito de tráfico de estupefacientes y siendo sospechoso del asesinato de su vecino, Gregory Faull. Mientras unos aseguran que las desavenencias entre los dos hombres comenzaron a causa de los ladridos del perro de Faull, que murió poco antes que su dueño y por envenenamiento, otros apuntan a las continuas fiestas y orgías que el magnate organizaba en su casa.

Los rumores de que el laboratorio farmacéutico que había montado en Belice para, inicialmente, emplear la riqueza vegetal de la zona en distintos remedios medicinales pudiera estar produciendo otras sustancias de corte ilegal, no ayudaban. Ni que la experta que había contratado para liderar las investigaciones botánicas, Allison Adonzio, le denunciara por violación (este último caso nunca fue juzgado, por cierto, porque Allison interpuso la denuncia en EEUU y las autoridades no tenían jurisdicción en Belice, según cuenta 'Gringo: The Dangerous Life of John McAfee' (2016), un escalofriante documental que muestra su vida de excesos, violencia y delirio, y que estuvo disponible en Netflix hasta el año pasado. Ya, no).

Lo curioso es la forma en la que su protagonista bromea y comparte sin pudor, por poner un caso, una parodia china que explica, en versión anime, cómo tuvo que usar pelucas y disfrazarse para salir airoso en su huida tras, supuestamente, matar a un hombre (en ella se le ve abrir varios cajones donde hay novias rubias, morenas y castañas con el fin de elegir una para el camino). O cómo se ofrece voluntario para explicar cómo huir de la policía a quien lo necesite. Y cómo, aunque pesaba sobre él una orden de captura emitida por EEUU, anunció su intención de ser candidato a la Casa Blanca de la mano del Partido Libertario que, entre otras cosas, propugna el liberalismo total económico y la libre circulación de personas, el derecho a tener armas y la abolición de las leyes que penalizan las drogas o la prostitución.

Eso no quita para que algunos de sus intervenciones, que revela en sus perfiles, sean hilarantes (a la vez que de mal gusto). Por ejemplo, cuando le negaron la entrada en un aeropuerto alemán por no llevar mascarilla (John es negacionista de la pandemia) y decidió utilizar un tanga para cubrir su boca, algo que terminó con el empresario con un ojo morado (hay fotos en su Twitter que probarían esto). También, sus apuestas alocadas y soeces en las que se compromete a hacer barbaridades con sus genitales si no se cumplen sus predicciones de subida del 'bitcoin' (esto le está poniendo últimamente en aprietos). O su desafío al coronavirus lamiendo suelas de zapatos y carros de la compra.

Ver para creer.