Después de enfrentarse a una crónica monumental y global como 'El Hambre', al argentino Martín Caparrós, un escritor que no le teme al exceso, no se le han atemperado las ambiciones. En algún momento pasó por su cabeza hacer la biografía literaria de un personaje histórico a la manera de Echenoz o de Deville, es decir, pequeña, poética y liofilizada, pero se vio incapaz -“lo intenté pero no pude”- (lo dice con guasa) y el resultado es Echeverria (Anagrama), una reflexión sobre la formación de su país y su cultura a partir de la figura de su primer poeta, Esteban Echeverría (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 1905 - Montevideo, 1951).

En España ese completo desconocido necesita presentación. No así en Argentina, donde todo a el mundo le suenan de la escuela uno o dos versos “grandilocuentes y malos” (la valoración es de Caparrós) y, especialmente, por su mucho más interesante crónica‘El matadero’, retrato realista del ambiente malevo y violento poblado por matarifes y gauchos de ese lugar de Buenos Aires (una especie de ‘Gangs of New York’ pero en porteño) con mucho color local. Así que cuando en las manos de Caparrós volvió a caer ese texto, con vistas a una posible conferencia en la FIL de Guadalajara, México, surgió el germen de lo que sería esta novela: de cómo Echeverría se inventó la literatura argentina. Ahí es nada.

“Es inusual que alguien se haya propuesto hacer una literatura nacional sin antecedentes porque Argentina era entonces un país recién creado [1816] y no podía considerar como propia la literatura española. Echeverría lo hizo voluntariamente a solas, porque no quería competencia, e involuntariamente porque no encontró compañía”. Lo que hizo el poeta, que pasó un tiempo en París cuando tenía 20 años -“yo tenía 18 cuando también me fui", precisa Caparrós-, fue recoger todo el legado del romanticismo y dedicarse a escribir grandes poemas épicos y trágicos con gauchos, indios y pampas. “Paradójicamente quería formar un país moderno pero para armar su literatura se valió de los elementos más arcaicos”.

PEQUEÑO GRAN TEXTO

Junto a sus poemas está ese pequeño texto, 'El matadero', que nunca publicó en vida porque no le parecía digno de la imprenta. Solo 20 años después de su muerte, olvidado y pobre en Montevideo donde tuvo que exiliarse, su amigo Juan María Gutierrez decidió darlo a la luz calificándolo de “bosquejo de pintor “, de “texto imperfecto” e impresentable. Caparrós sostiene que ese texto cargado de violencia primaria y despreciado entonces ha irradiado, junto, al 'Facundo' de Sarmiento, toda la literatura argentina. “En cierta forma explica lo fragmentario y lo poco novelístico de nuestra literatura”. Mucho años después, ya en el siglo XX Borges recogería esta idea en su conferencia “El escritor argentino y la tradición” (famosa por recordar, falsamente por cierto, que en el Corán no aparece un solo camello).

Otro aspecto significativo de Echeverría, el personaje, es su vertiente política. Su encendida oposición al entonces dictador Juan Manuel de Rosas, un militar con fuerte apoyo popular, lleva a Caparrós a definirlo de antiperonista ‘avant la lettre’. Y de paso deja fluir sus propias opiniones políticas en los capítulos en los que actúa como narrador que tan poco gustaron a Cristina Fernández de Kirchner.