Las cuatro horas (divididas en dos partes) del nuevo documental sobre Michael Jackson pueden verse como una exploración de los mecanismos mentales por los que atraviesan las víctimas del estrés postraumático. Desde la negación de lo ocurrido, al sentimiento de culpa, los flashbacks recurrentes, la ansiedad o la depresión que aflige a sus dos protagonistas hasta que deciden airear sus demonios para contar al mundo la retahíla de presuntos abusos que sufrieron del llamado rey del pop. Pero también puede verse como un espejo de cómo la fama y el talento pueden deslumbrar a millones de personas, empezando por las familias de Wade Robson y Jimmy Safechuck, que ignoraron todas las señales del tormento vivido por sus hijos, embelesados por el carisma y la aparente bondad del autor de Thriller.

La emisión de Leaving Neverland (Abandonar Nunca Jamás) en Estados Unidos (en España se estrena este sábado, en Movistar) ha puesto en la picota los restos del mito de Jackson, una década después de que falleciera por una sobredosis de sedantes cuando pretendía volver a los escenarios.

Algunos de sus fans se han alineado con la familia del cantante para defender en las redes su inocencia y acusar a los protagonistas del documental de buscar réditos económicos, pero el veredicto de la prensa ha sido bastante unánime. En palabras del New Yorker, el documental es una suerte de «lúgubre día del juicio final» para los fans de Jackson. «Lo siento mucho por aquellos que aman a Michael, yo incluida», ha escrito la directora de la revista Ebony, dirigida al público afroamericano. «La historia de amor se ha acabado».

La obra del británico Dan Reed es un viaje perturbador y doloroso por las vidas de Robson y Safechuck desde el momento en que el artista se cruza en su camino hasta que décadas después se arman de valor para hacer públicos los abusos sexuales que sufrieron, incapaces de seguir mintiendo. Robson tenía solo 5 años cuando lo conoció en Australia tras ganar un concurso de imitadores de Jackson. Safechuck era algo mayor cuando lo conoció al protagonizar a su lado un anuncio de Pepsi. Ambos acabaron siendo apadrinados por el cantante, que no tardó en invitarlos con sus familias a su rancho californiano de Neverland, donde los colmó de afección y regalos y les hizo sentirse las personas más importantes del mundo.

Ambos relatan cómo casi desde el primer día Jackson se las ingenió para que durmieran a su lado. Y enseguida empezaron los abusos, que se prolongarían durante años: tocamientos, masturbación, sexo oral y con el tiempo también anal. A Wade se lo llevó como acompañante durante la gira de Bad cuando tenía solo 7 años y a Safechuck llegó incluso a regalarle un anillo de compromiso. «Desde la primera noche de abusos, de las cosas sexuales que me hizo, me dijo que no era más que amor», explicó el lunes Wade en el programa de Oprah Winfrey, que aparcó su vieja amistad con el cantante para defender a sus presuntas víctimas. «Me dijo que me amaba y que Dios nos había juntado». Esos camelos fueron acompañados de amenazas veladas. «Me dijo que si alguna vez nos descubrían ambos acabaríamos en la cárcel», dice Safechuck durante el documental.

La familia de Jackson ha tratado de impedir la emisión de Leaving Neverland argumentando que la cadena HBO habría violado un contrato de 1992 por el que se comprometía a preservar el buen nombre del artista. Y ha definido el documental como un «linchamiento público» protagonizado por dos hombres sin credibilidad. Se basan en el hecho de que ambos testificaron a favor de Jackson en los juicios que enfrentó por pedofilia. Del último fue exonerado en el 2005. El primero lo resolvió en 1993 pagando 25 millones de dólares a la familia de su presunta víctima.