Miguel Poveda lleva tres años sumergido de lleno en la obra de García Lorca. Se ha tatuado al poeta en su piel y reconoce que se ha obsesionado tanto con su figura que cuando habló de sus síntomas con el historiador y especialista Ian Gibson, este le dijo: "Te has enlorquecido". Y así ha llamado precisamente su último disco, en el que pone música a algunos de sus poemas y cartas y que sale a la venta el 18 de mayo a través de su propio sello discográfico, Carta Blanca Record.

Si tuviera que hacer una cronología de su relación con la poesía de Lorca, ¿cuáles serían los grandes momentos? La descubrí gracias a ‘La leyenda del tiempo' de Camarón, y también me impactó muchísimo la serie que hizo Juan Antonio Bardem (‘Lorca, muerte de un poeta’, 1987). Más tarde, en 1994, me hicieron un encargo desde la Universidad de Bolonia, que dirigía Umberto Eco, para cantar flamenco a partir de poesía. En aquel momento recurrí a Carmen Linares interpretando las canciones populares de Lorca, y a 'Omega' de Enrique Morente. A partir de ahí comencé a leerlo con mayor asiduidad. En realidad, ha sido un proceso muy progresivo. He ido rodeando su figura a lo largo de treinta años, pero no me había adentrado en su universo, hasta que me di cuenta de que él era un poeta distinto a los demás, al menos para mí.

Fue entonces cuando se 'EnLorqueció'. Tenía hambre de adentrarme en su persona. Había como una especie de hilo invisible que me arrastraba hacia él. Y después me obsesioné con ponerle música a sus poemas, pero era un reto que me parecía como escalar una montaña inmensa. Lo curioso es que, después de todo este proceso, me di cuenta de que lo más importante, además de su palabra, era su persona, su inmensa humanidad.

Para hacer este disco ha emprendido un viaje físico, recorriendo todos los espacios que habitó el poeta, pero también emocional y espiritual. Lorca se ha convertido en mi religión, en mi dios y mi mesías, alguien a quien rezar y hablar. Porque su filosofía hace que me identifique con él, con su entusiasmo por la gente, con su compromiso social y el sustrato de denuncia que recorre su obra. Y sobre todo con su necesidad de defender la igualdad. Con ese sentimiento, quizás por ser homosexual, de sentirse aislado, pero al mismo tiempo muy conectado con las personas.

¿Cómo fue el proceso de elección de los poemas? De nuevo encontramos una apuesta por el eclecticismo, hay flamenco, orquesta sinfónica, rock… Fue un proceso largo y me lo tomé con mucha calma. Al final el disco es una especie de resumen de todas sus facetas. Un resumen chiquitito, porque él era inmenso. Muestra al Federico premonitorio, que habla de su muerte casi describiéndola al detalle, al más telúrico, al viajero entusiasta y al fabulador.

¿Y con qué faceta se quedaría usted? ¿Con cuál se identifica más? La faceta premonitoria me da un poco de miedo (risas). La fabuladora me gusta, porque él nunca abandonó el niño que había dentro de él y yo creo que es esencial para sentirnos vivos y curiosos. Pero me identifico sobre todo con el Federico comprometido, que tiene sentido de la justicia, de la igualdad, sensible a la gente que le rodeaba.

Si hablamos de igualdad, uno de los movimientos más importantes al que hemos asistido en el último año es el de la reivindicación de la mujer. Me parece fabuloso, hay que situar a la mujer en el lugar que merece. No hay ciudadanos de primera y segunda por su sexo, religión o cuestiones ideológicas. A veces creemos que hemos avanzado en un determinado aspecto, que hemos crecido y de pronto nos damos cuenta de que no es así, que hemos incluso retrocedido. Cuánto cuesta construir un paso hacia delante y qué fácil es ir para atrás. Por eso me parece que no hay que decaer en la lucha y cualquier manifestación reivindicativa es importante.

En el nuevo álbum hay una canción cuyos derechos irán a parar a CEAR, la comisión española de ayuda al refugiado. En 'Grito hacia Roma' dice: "Pero el viejo de las manos translúcidas dirá, paz, paz, paz, dirá amor, amor, amor". Y enseguida relacioné estas palabras con los niños, con los más desfavorecidos que están sufriendo la guerra y que necesitan nuestra comprensión y empatía. Compuse una canción con un coro de niños (entre ellos mi sobrina Alba) y ha sido una de las experiencias más mágicas y emocionantes del disco.

Ha dicho que la política le parece "densa". ¿Cómo está viviendo la situación en Cataluña? Me da mucha pena que seamos tan torpes. Antes existían todas las ideologías y nos respetábamos. Puedo manifestarme como no independentista, porque no lo soy, pero no soy antiindependentista tampoco. Pero todo se ha vuelto muy hostil y feroz, y ni siquiera hay lugar para bromear sobre ellos, el sentido del humor ha sido devastado. Así que tocar ese terreno puede ser complicado, porque cualquier cosa que digas se va a malinterpretar. Hemos llegado a un punto en que o dices lo que yo pienso, o eres un facha. Que le hayan tirado piedras a Joan Manuel Serrat, ya te da una idea de lo confundidos que estamos. Yo soy igual o más catalán que cualquier independentista. Amo la cultura de mi tierra y la he divulgado por todo el mundo, he hecho un disco, 'Desglaç', que es quizás el más personal de toda mi carrera. Nadie me tiene que explicar lo que es sentirse catalán, porque corre por mis venas. Así que deberíamos serenarnos, tener un poco de cordura y retomar la convivencia que siempre hemos tenido en Catalunya, con toda su magnífica diversidad.