Este galardón se suma a los que ya tiene: tres Goyas, un BAFTA, un David de Donatello y un Oscar (obtenido, todo hay que decirlo, por una de las películas más tontas de todos los tiempos, Vicky, Cristina, Barcelona, de Woody Allen, en la que la pobre hacía lo que podía para sacar adelante el tópico personaje de la española de rompe y rasga). No estoy seguro de que Penélope Cruz sea sublime y emotiva, pero no hay duda de que es lista y decidida y que siempre ha tenido las cosas muy claras. Yo diría que es una actriz correcta, con algunos picos de brillantez, a la que se le resisten un poco los personajes femeninos con demasiados matices (pienso en su trabajo en Elegy, de Isabel Coixet, esfuerzo meritorio, pero un pelín insuficiente). Cuando mejor está es cuando debe meterse en la piel de una mujer sencilla o, incluso, un poco bruta: estaba estupenda en Jamón, jamón, de Bigas Luna -donde conocería a su futuro marido, Javier Bardem-, ¡y solo tenía 16 años!.

Hija de un vendedor de coches extremeño y de una peluquera andaluza, Penélope Cruz Sánchez (Alcobendas, Madrid, 1974), así bautizada por la célebre canción de Serrat, decidió ser actriz después de ver Átame, de Pedro Almodóvar, a la tierna edad de 13 añitos. Tras estudiar nueve años de ballet clásico y cuatro de flamenco, su primera aparición ante la cámara se la proporcionó el grupo Mecano con el videoclip de su canción La fuerza del destino. Ya puestos, Penélope mantuvo una relación sentimental con Nacho Cano entre 1991 y 1996, que todos recordamos por su componente místico y de ayuda a los niños pobres de este mundo. Aunque la empanada mental de Nacho Cano propició en su momento incontables sarcasmos, Penélope siempre dio la impresión de tomarse muy en serio lo que hacía; quizá porque estamos ante una mujer que se toma en serio todos los pasos que da.

Tras los éxitos de Jamón, jamón y Belle Époque, de Fernando Trueba, la señorita Cruz se consagró en su país natal con tres exitazos inapelables: El amor perjudica seriamente la salud (1996), de Manuel Gómez Pereira, Abre los ojos (1997), de Alejandro Amenábar, y La niña de tus ojos (1998), de Fernando Trueba. Cuando los americanos decidieron rehacer Abre los ojos, contrataron a Penélope para que repitiera su papel, y ahí empezó su carrera en Hollywood, donde se la relacionó sentimentalmente, aunque de forma no muy creíble, con Tom Cruise, cuya sexualidad es uno de los misterios mejor guardados de la industria del cine estadounidense.

Quienes conocieron el asunto de cerca llegaron a la conclusión, en cualquier caso, de que el paripé les fue útil a uno y a otra: Tom cimentaba su fama de sex symbol y Penélope se dejaba ver con un tipo muy influyente cuya compañía no podía causarle el menor daño a su carrera, sino más bien al contrario.

De todos modos, el noviazgo, real o falso, con Tom Cruise no habría servido de nada si Penélope no se hubiera tomado en serio su carrera americana. Se repetía, de hecho, el caso Antonio Banderas: alguien que había rodado excelentes películas en su país de origen, empezaba a participar en productos poco o nada estimulantes mientras la industria y el público le cogían un cariño tremendo. Parece que a los americanos les gusta adoptar a gente de fuera, que frecuentemente debe volver a su país para rodar algo que merezca mínimamente la pena. Para entonces, Penélope ya había alcanzado su sueño de trabajar con Almodóvar: empezó con un papel secundario en Carne trémula (1997) y luego le cayeron dos de los roles de su vida en Todo sobre mi madre (2000) y Volver (2006). De todas las bobadas que rodó en EEUU es fácil olvidarse. No lo es tanto de la que rodó en España con Woody Allen, Vicky, Cristina, Barcelona, genuino all time low de un tipo que había sido genial y que consistía en una serie de tópicos con poco ingenio y menos gracia: al pobre Woody lo sacas de Manhattan y se pierde. Eso sí, fue su película más popular en EEUU, donde, al parecer, todo el mundo disfrutó mucho de esa especie de nueva Sofía Loren de Alcobendas cuya sobreactuación se consideró un fiel reflejo del carácter de la hembra española.

Aunque yo, de lo que realmente tengo ganas, es de verla haciendo de Donatella Versace en la nueva temporada de American Crime Story, que puede ser un gran placer culpable.