Cuando hoy lunes 1 de junio Norman Foster sople las velas por su 85 cumpleaños, el arquitecto británico seguirá sosteniendo el lápiz que le llevó a convertirse en una superestrella de la arquitectura, la disciplina en la que aún profesa para unir sus impulsos de artista y métodos de ingeniero.

Aficionado al esquí y a las bicicletas, Foster es reservado con su vida privada y huye también de los encasillamientos políticos. Casado en terceras nupcias con la psicóloga orensana Elena Ochoa, el arquitecto ha estado muy ligado a España en los últimos años gracias a varios proyectos. Así, en 2016 instaló su Fundación en Madrid, en un palacete del 1902 en el barrio de Chamberí junto al que construyó un pabellón de cristal, donde concentra todo su legado intelectual, además de otras ramas dedicadas a la investigación, la educación y sus colecciones de arte.

Recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2009, también fue nombrado caballero en 1990 (Sir Norman Foster) y la reina Isabel II le otorgó el título nobiliario de Barón (Lord Foster of Thames Bank), lo que en 2010 le llevó a ser nombrado como uno de los cinco miembros de la Cámara de los Lores, un escaño al que renunció para evitar fijar su residencia fiscal en el Reino Unido, lo que le ha causado alguna crítica por su apetito por los negocios.

El despegue en Inglaterra

Criado durante más de 20 años en un barrio pobre de la sombría Manchester de posguerra, Foster defendió el pragmatismo de su trabajo, las obras entendidas desde las necesidades de los que las habitan. También el “hacer más con menos”, una estela que recogió de varios arquitectos estadounidenses durante su paso por la modernista Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale, a la llegó con una beca recién graduado en la Universidad de Manchester.

Con aquel bagaje, Foster volvió a Inglaterra y en 1963 puso en marcha un pequeño centro de arquitectura llamado Studio 4, el germen del actual Foster and Partners, una firma con más de 1.000 empleados y una facturación de más de 250 millones de euros al año. Estructuras ligeras, fachadas acristaladas o atrios con luz natural fueron algunos de los elementos con los que Foster intentó hacer un poco más poética la arquitectura inglesa de los 60, aún obsesionada con los búnkers de hormigón visto.

La sede del banco HSBC que construyó en 1985 en Hong Kong, el diseño del Metro de Bilbao (1995), la Torre Hearst de Nueva York (2006), el Ayuntamiento de Londres (2002), la Torre Swiss RE (2004), el aeropuerto de Pekín (2007,) o el Museo Nacional Zayed de Emiratos Árabes (2017), junto con la ampliación del Reichstag en Berlín o la cubierta del Museo Británico son otros de sus proyecto más emblemáticos.

No contempla la jubilación

En su 75 cumpleaños, tras haber superado un cáncer en 1999 y otros problemas cardíacos, Foster aseguró en una entrevista con The Guardian que le gustaría seguir los pasos de uno de sus héroes, el arquitecto brasileño Óscar Niemeyer, quien a los 102 años seguía trabajando.

Diez años más tarde, a los 85, Foster sigue sin encontrar la palabra jubilación entre su vocabulario.